Por Mente Alternativa
La Tercera Guerra Mundial ya no es una conjetura. Desde la “Operación Martillo de Medianoche” impulsada por Donald Trump contra instalaciones nucleares iraníes, hasta la coordinación tácita de Washington, Londres, Tel Aviv y Ankara para redibujar violentamente el mapa euroasiático, la caja de Pandora ha sido abierta. Lo que se oculta bajo la retórica de la seguridad nacional y la disuasión nuclear es un conflicto que trasciende lo militar: estamos frente a una guerra escatológica donde se decide si el mundo sucumbirá bajo la hegemonía tecnocrática del Anticristo.
El verdadero objetivo de la campaña contra Irán no es su programa nuclear, sino su integridad territorial. El bombardeo aéreo no solo tuvo como blanco a Fordow, sino que abrió una vía para la instrumentalización de tensiones étnico-religiosas dentro del país persa. El mensaje es claro: Irán debe fragmentarse o ser destruido. Trump, financiado y dirigido por la misma elite financiera que dice enfrentar, ha funcionado como catalizador perfecto para una estrategia clásica de descomposición imperial. La internacionalización del Mar Caspio, el aislamiento de Azerbaiyán, y la tentativa de desestabilizar la región son síntomas de una operación mayor: domesticar toda resistencia a la unificación planetaria bajo el signo del Leviatán.
El Consejo de Relaciones Exteriores lo admite sin pudor: la superioridad aérea no basta. Max Boot advierte que sin ocupación terrestre no hay victoria duradera. Pero más revelador aún es su conclusión: si Rusia logra posicionar sus sistemas de defensa aérea, EE.UU. perderá su ventaja estratégica, y con ella, su capacidad de imponer el “orden” a fuerza de misiles. Esto explica por qué los recientes ataques en Irán están conectados con la intensificación del conflicto en Ucrania: ambos forman parte de una guerra global premeditada, que busca reconfigurar el poder militar mundial antes de que el dólar implosione junto con la hegemonía unipolar.
Las cifras son implacables: en apenas once días de operaciones defensivas en Israel, EE.UU. agotó entre el 15% y el 20% de su arsenal global de interceptores THAAD. Esta vulnerabilidad estructural ha obligado a Washington a recurrir a sus aliados de la OTAN para sostener su maquinaria de guerra, revelando que Estados Unidos no está preparado para un conflicto prolongado. La guerra de desgaste no es una hipótesis: es una realidad inevitable, y el verdadero teatro será global.
Mientras tanto, los centros de pensamiento neoconservadores como el American Enterprise Institute preparan el terreno ideológico para la próxima etapa: el modelo libio aplicado a Irán. La tregua es solo una pausa táctica. Si Irán se atreve a reconstruir su infraestructura nuclear, será nuevamente atacado. El mensaje es brutal: ni cambio de régimen, ni concesiones evitarán el castigo. La única opción aceptable para el bloque anglosajón es un Irán completamente desmantelado, reducido a un puñado de satrapías regionales sin capacidad estratégica.
El Instituto Ron Paul va más allá y confirma lo que algunos aún se niegan a ver: la operación terrestre contra Irán ya está en fase de diseño. Turquía, Israel y Azerbaiyán han conformado una alianza tácita con apoyo estadounidense, lista para ejecutar una invasión en cuanto se fabrique el casus belli necesario. La provocación, posiblemente de falsa bandera, sería el detonante perfecto para justificar la intervención directa del Pentágono. La historia se repite, pero a una escala infinitamente más peligrosa.
La guerra total no es un error de cálculo. Es el guion escatológico del poder financiero transatlántico, que al borde del colapso económico ha decidido acelerar la caída del mundo antiguo para instaurar su dominio absoluto. Esta es la guerra del Anticristo, tal como lo anticipó Peter Thiel, no como un demonio apocalíptico tradicional, sino como la figura que capitaliza el miedo para instaurar el orden tecnocrático final. Un orden que aniquila la soberanía, la identidad, y hasta la oposición entre el Bien y el Mal. Todo se vuelve administrable, gestionable, “seguro”.
Pero este proyecto imperial encuentra resistencia. Rusia y China, con todos sus límites y contradicciones, entienden que esta guerra es existencial. Su lucha no es por esferas de influencia, sino por la posibilidad misma de existir fuera de la lógica de la hegemonía tecnoglobalista. El nuevo mundo no será multipolar. Será polifónico o no será. Esa es la apuesta civilizatoria, y es también la única salida estratégica frente al Leviatán.
La caja de Pandora está abierta. El monstruo ya no se oculta. Lo que decida la humanidad en los próximos meses marcará si se somete al dominio del Anticristo o si logra preservar el soplo de lo trascendente en medio del caos inducido. Que nadie diga después que no vio venir el apocalipsis cuando ya caminaba entre nosotros.
