Por Dennis Small (EIR)
Tras una semana explosiva de cobertura sobre las actividades ilegales del aparato del “Estado profundo” Londres-Washington, expuestas durante las audiencias del Senado sobre las nominaciones de Tulsi Gabbard y Kash Patel, el Senado procederá a una votación en el transcurso de la próxima semana. Ambos nominados se desempeñaron de manera destacada, y el presidente Trump ha respaldado con todo su peso político, tanto en público como en privado. Sin embargo, los estadounidenses deben intensificar la presión sobre el Senado para asegurar su aprobación, ya que el aparato del Estado profundo no tiene intención de retirarse en silencio.
Como explicó con sobriedad el veterano exanalista de la CIA, Ray McGovern, durante la reunión del 31 de enero de la Coalición Internacional por la Paz, el mismo aparato de la Comunidad de Inteligencia que está siendo expuesto y se siente tan amenazado por Gabbard y Patel, previsiblemente hará todo lo posible —tanto legal como ilegalmente— para asegurarse de que los senadores voten como la Comunidad de Inteligencia les ordene. McGovern recordó las prácticas de J. Edgar Hoover, director del FBI, para dejar clara esta realidad. El documento informativo de la Organización LaRouche, “La Oficina de los Mentirosos”, que ahora circula ampliamente en el Capitolio, expone la historia de este tipo de criminalidad, la cual Gabbard tiene el mandato de erradicar.
Por ello, es aún más significativo que Gabbard comenzara su declaración escrita inicial ante el panel del Senado con un desafío firme: “Me siento honrada y agradecida con el presidente Trump por su confianza al nominarme para servir a nuestro país como Directora de Inteligencia Nacional en un momento en el que la confianza en la comunidad de inteligencia está en su punto más bajo. Chuck Schumer admitió: ‘Si te enfrentas a la Comunidad de Inteligencia, tienen mil formas de vengarse'”.
Como si Washington no tuviera suficientes belicistas propios con los que lidiar, el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu llegó a la capital estadounidense el 2 de febrero y tiene previsto reunirse con el presidente Trump el martes 4 de febrero. La agenda aparente incluye discutir la naturaleza de la Fase 2 del acuerdo de alto al fuego e intercambio de rehenes entre Israel y Hamás. Pero Netanyahu tiene una agenda más profunda: conseguir el respaldo de Trump para su plan genocida de expulsar a todos los palestinos de Cisjordania y Gaza, y convertir la zona en una parte étnicamente limpiada del Gran Israel, un sueño de larga data de la Oficina de Asuntos Exteriores británica y su ideología geopolítica.
¿Accederá Trump? ¿Coincidirán sus repetidos llamados a las naciones árabes vecinas para que acepten a millones de palestinos expulsados —una idea que una vez más fue rechazada con firmeza el 1 de febrero por media docena de líderes árabes— con la jugada de Netanyahu respaldada por Londres? ¿O se inclinará el presidente Trump, autoproclamado desarrollador inmobiliario y constructor, hacia la consideración del Plan Oasis de LaRouche, que Helga Zepp-LaRouche, fundadora del Instituto Schiller, ha estado promoviendo activamente? Este enfoque, que beneficiaría tanto a palestinos como a israelíes, funcionaría mejor con la participación activa de China en la reconstrucción de Gaza y toda la región, como han señalado destacados intelectuales chinos que es bastante factible.
Pero también hay grandes nubarrones en el horizonte de las relaciones entre Estados Unidos y China. Además de la imposición completamente equivocada por parte de Trump, el 1 de febrero, de aranceles elevados a China (10%), Canadá (25%) y México (25%), el secretario de Estado Marco Rubio acaba de comenzar su primer viaje al extranjero, cuya intención declarada es expulsar a China y sus proyectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) de las Américas, y sabotear cualquier cooperación existente entre China y las naciones de la región.
La primera parada de Rubio fue Panamá, donde se reunió el 2 de febrero con el presidente José Raúl Mulino. En medio de rumores sobre una posible invasión estadounidense al pequeño Panamá —desencadenados por las amenazas del presidente Trump durante su discurso inaugural de que “China está operando el Canal de Panamá y no se lo dimos a China. Se lo dimos a Panamá y lo vamos a recuperar”—, Rubio obtuvo fácilmente lo que buscaba. Mulino accedió a cancelar la membresía de Panamá en la BRI tan pronto como se renueve el Memorándum de Entendimiento, y ya había acordado, incluso antes de la llegada de Rubio, abrir una “investigación” sobre las empresas de Hong Kong que gestionan los puertos en ambos extremos del Canal, es decir, expulsarlas lo más rápido posible.
¿Significa esto que Perú es el próximo en la lista, a la luz de la inauguración el año pasado del puerto de aguas profundas de clase mundial que China y Perú construyeron en Chancay?
El presidente Trump haría bien en recordar sus propias caracterizaciones anteriores de Rubio. En una entrevista con “Fox News Sunday” el 28 de febrero de 2016, Trump arremetió contra quien ahora es su secretario de Estado: “Lo llamo ‘Pequeño Marco’… Es un tipo muy desagradable… un estafador”. Y aún más importante, Trump y sus asesores necesitan estudiar el folleto del Instituto Schiller “El impulso del desarrollo significa miles de millones de nuevos empleos, sin refugiados, sin guerra”, que demuestra cómo la cooperación entre Estados Unidos y China contra los mismos intereses financieros internacionales que controlan el “Estado profundo” puede detener el impulso bélico y acabar con las crisis de refugiados y drogas, dos de los compromisos políticos más importantes declarados por Trump.
Todas las demás opciones políticas, algunas de las cuales el presidente Trump ya ha emprendido, tendrán un efecto contraproducente. Así que aprovechen al máximo el potencial de esta semana.
