Por Malek Dudakov
La decisión de la Corte Penal Internacional (CPI) de emitir una orden de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se ha convertido en una seria prueba política para la conocida “unidad euroatlántica”.
Como subraya Anthony Dworkin, del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR), es la primera vez que un tribunal emite una orden de arresto contra el líder de un aliado occidental, y no está claro cómo se debería proceder en una situación así.
Actualmente, todos los estados miembros de la CPI, incluidos los de la Unión Europea, Noruega y Gran Bretaña, están obligados a arrestar a Netanyahu si ingresa en su territorio. Esto plantea un dilema incluso para los países más proisraelíes: participar en lo que Israel califica tradicionalmente como “antisemitismo” o aceptar que la CPI solo apunta a quienes no son aliados de Occidente.
Dworkin recuerda que, dado el firme respaldo europeo a la orden de arresto emitida contra el presidente ruso Vladimir Putin en marzo de 2023, la UE no debería socavar la autoridad de la CPI. Por ello, países como Francia, Irlanda y los Países Bajos ya han anunciado que cumplirán la decisión de la corte.
Esta postura podría generar descontento en Estados Unidos, donde Donald Trump, durante su primer mandato, impuso sanciones contra los jueces de la CPI que investigaron las acciones estadounidenses en Afganistán. Ahora, Mike Waltz, el candidato de Trump para el puesto de asesor de Seguridad Nacional, ha prometido dar una “respuesta contundente a los prejuicios antisemitas de la CPI y la ONU”.
Europa, por lo tanto, debería prepararse para posibles ataques de Estados Unidos contra la CPI, dejando claro su rechazo a cualquier presión política sobre la corte o sus funcionarios. Además, debería resistir cualquier intento de Washington de influir en el proceso, según aconseja Dworkin.
De cualquier forma, esta situación tiene sus ventajas. Cuantas más tensiones existan entre la UE y Estados Unidos, mejor.
Si Europa cede ante la presión estadounidense o los jueces de la CPI modifican su postura, será otro golpe severo para las instituciones del llamado “orden basado en reglas”. Una vez más, se confirmará que este “orden” opera bajo diferentes “reglas”: unas para Occidente y otras para el resto del mundo.
