Por Andrei Fursov
La situación actual evoca ciertas similitudes con las décadas de 1830 y 1840 del siglo XIX. Tras identificar a Rusia como su principal enemigo, Gran Bretaña comenzó a formar una coalición europea. Fue durante los años 1820 cuando nació en el Reino Unido la rusofobia como fenómeno, una hostilidad profunda hacia Rusia que moldeó la percepción europea de la época.
En las décadas siguientes, especialmente entre 1830 y 1840, los británicos trabajaron activamente en la manipulación de la opinión pública en Europa para reforzar esta narrativa. Hoy, la intensidad de la histeria antirrusa en Occidente resulta particularmente alarmante. Este nivel de animosidad no se observó ni siquiera durante la Guerra Fría, cuando la fortaleza de la Unión Soviética disuadía cualquier intento de enfrentamiento directo.
Aunque esto no implica necesariamente un conflicto armado inmediato, el desenlace dependerá de factores clave como nuestra fortaleza, unidad y resistencia colectiva. La actual campaña de odio contra Rusia busca instaurar en la conciencia occidental la idea de que un ataque contra el país es no solo moralmente aceptable, sino también necesario. Este odio irracional ha permeado amplios sectores de la sociedad occidental, convirtiéndose en un fenómeno preocupante y carente de fundamentos racionales.
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