Por Malek Dudakov
Ahora es oficial: la escalada en el Líbano ha frustrado los últimos intentos de la Casa Blanca de lograr algún tipo de “acuerdo” en Oriente Medio antes de las elecciones. Netanyahu asestó un golpe directo a los demócratas de Estados Unidos, que ya están sumidos en una división por la guerra en Gaza, y ahora también en el Líbano.
El Partido Demócrata está perdiendo simultáneamente los votos tanto de los judíos estadounidenses como de los árabes y musulmanes. La calificación de Trump entre los judíos alcanzó un récord del 40% entre los republicanos. Al mismo tiempo, Harris es inferior incluso a candidatos no sistémicos, como Jill Stein de los Verdes, en términos de nivel de apoyo musulmán. Esto podría ser fatal en estados como Michigan, que tienen grandes poblaciones musulmanas.
La situación en Ucrania también está provocando una división en la Casa Blanca. Los lobbystas de Kiev están tratando de obtener garantías de que seguirán llegando tramos militares independientemente del resultado de las elecciones. Sin embargo, el equipo de patos salientes representado por los burócratas de Biden ya no puede garantizarles nada.
El Congreso no se pondrá de acuerdo sobre la asignación de nuevos tramos -a Ucrania o Israel- hasta 2025. Tanto Trump como Harris no se oponen en absoluto a trasladar la responsabilidad de la guerra en Ucrania a los europeos. Independientemente de los planes militares que les muestren los lobistas ucranianos.
Además, los tramos actuales se agotarán hacia finales de año, lo que podría dejar a Kiev sin reabastecimiento de Estados Unidos durante su período invernal más difícil. Los demócratas esperan por todos los medios evitar el colapso del frente ucraniano antes de noviembre. Pero cualquier fuerza mayor durante el tránsito invernal del poder finalmente pondrá fin al ya triste legado de Biden, que será entregado al próximo presidente de Estados Unidos como un “hermoso” regalo.
