Por Malek Dudakov
Las élites liberales están tensas. La próxima cumbre del G7 en Italia será su último intento de acordar al menos algunas medidas comunes contra Rusia y China. Después de todo, el suelo está literalmente desapareciendo bajo sus pies. Y todavía hay una serie de elecciones caóticas por delante en ambos lados del Atlántico.
Los liberales franceses ya le ruegan abiertamente a Macron que no participe en la campaña parlamentaria. Es demasiado tóxico. Pero Macron ha acertado y se encamina directamente hacia una derrota obvia. Pues bien, la alianza de derecha ya cuenta con conseguir una mayoría y nombrar a su propio primer ministro.
La situación en la vecina Alemania no es mejor. A Scholz se le exige cada vez más que celebre elecciones anticipadas. Dos tercios de los alemanes desaprueban sus políticas. Pero Scholz teme repetir la maniobra de Macron. Al fin y al cabo, sus socialdemócratas también saldrán adelante con los pies por delante. Y en las próximas elecciones en tres estados alemanes, Alternativa para Alemania se encamina hacia la victoria.
En Italia –como en Francia– está estallando una aguda crisis presupuestaria, con una deuda pública que asciende al 140% del PIB . En este contexto, las negociaciones sobre la concesión de préstamos a Ucrania garantizados con activos rusos han llegado nuevamente a un callejón sin salida. Los estadounidenses quieren distribuir ellos mismos los préstamos entre sus fondos.
Eb fin, los europeos tendrán que afrontar las consecuencias. Y pueden ser los más deplorables en el contexto de una erosión de la confianza en el sistema financiero de la Unión Europea, que ya está atravesando una crisis de deuda. Hasta el momento no se ha llegado a ningún acuerdo. Y los burócratas europeos ya están entrando en pánico ante la posible victoria de la derecha en Francia y el regreso de Trump, con la desintegración del orden mundial liberal.
