Por Andrew Korybko
Rusia está echando indirectamente una mano a China a medida que el centro de la Nueva Guerra Fría se desplaza de Europa a Asia.
Las especulaciones de algunos sobre el futuro papel de Vietnam en la campaña regional de Estados Unidos para contener a China se disiparon a raíz de la visita del Presidente Putin a ese país del sudeste asiático. El líder ruso y su homólogo To Lam rechazaron la política de creación de “bloques político-militares selectivos” en alusión a AUKUS+/”La Escuadra”, que se refiere a la emergente red estadounidense similar a la OTAN que incluye a Australia, Reino Unido, Japón, Filipinas y (de manera informal) Taiwán. Se espera que Corea del Sur también se una pronto a ellos.
El Presidente To Lam también se comprometió a resolver pacíficamente las disputas regionales sin recurrir a la fuerza ni a las amenazas, con la insinuación de que Vietnam no será el primero en reavivar las tensiones con China por el Mar del Este/Mar del Sur de China. Asimismo, él y el presidente Putin reafirmaron que “no suscribiremos uniones o tratados con terceros países que perjudiquen la independencia, la soberanía o los lazos territoriales de unos con otros”, insinuando así que la asociación “sin límites” de Rusia con China tiene de hecho algunos límites muy reales.
Por tanto, era previsible que estos socios estratégicos desde hace décadas prometieran “intensificar la cooperación en materia de defensa y seguridad, y juntos lucharemos contra los retos, nuevos y antiguos [para la estabilidad internacional]”. La importancia de estas declaraciones estratégico-militares es que mantienen bajo control la influencia de Estados Unidos en el Sudeste Asiático, ya que demuestran que ya no hay motivos para especular con que Vietnam vaya a solicitar su ayuda para equilibrar a China, puesto que ahora se confiará plenamente en Rusia para tal fin.
Para que quede absolutamente claro, Rusia no está “contra China” ni busca “contenerla”indirectamente a través de Vietnam, pero es un hecho diplomático que Moscú apoya a Hanoi frente a Pekín en su disputa marítima. Esta política de larga data fue confirmada recientemente de una manera muy diplomática cuando los dos países se refirieron a la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1982 un total de tres veces en su “Declaración Conjunta sobre la Visión 2030 para el Desarrollo de las Relaciones Vietnam-Rusia” de diciembre de 2021.
Sin embargo, este no es el único desacuerdo de Rusia y China sobre un tema muy delicado, ya que también tienen enfoques completamente opuestos sobre las reivindicaciones de India sobre Cachemira y, en particular, las de Delhi sobre la región de Aksai Chin, controlada por Pekín. Sin embargo, han sabido gestionarlas de forma responsable en aras del bien común multipolar y no permitirán que Estados Unidos explote estas cuestiones para dividir y gobernar. Las asociaciones estratégicas de Rusia con China, India y Vietnam contribuyen en gran medida a evitar este escenario.
Las dos partes en conflicto siempre pueden recurrir a Moscú para que medie entre ellas en caso de crisis, si tienen la voluntad política de recurrir a él. Además, desde la perspectiva de China, es mejor que Rusia sea el principal socio técnico-militar de India y Vietnam que Estados Unidos, cuya intención al vender equipos de alta gama a sus socios es siempre alterar el equilibrio de poder. En cambio, la de Rusia es mantener ese equilibrio para promover el diálogo, lo que siempre es preferible.
En cuanto a la disputa marítima sino-vietnamita, durante el nadir del poder de Rusia tras la disolución de la Unión Soviética siempre existió la posibilidad de que Estados Unidos sustituyera el papel de Moscú para Hanoi, pero la República Socialista conservó con orgullo su autonomía estratégica y evitó esa tentación. Sus dirigentes sabían que no debían depender de su enemigo en tiempos de guerra para su seguridad y temían, con razón, que caer bajo su influencia conduciría a la erosión gradual de su soberanía, ganada con tanto esfuerzo.
El problema, sin embargo, fue que China se mostró más firme en sus reivindicaciones sobre el Mar del Este/Mar Meridional de China a partir de mediados de la década de 2010, aumentando así la percepción de amenaza por parte de Vietnam. El comportamiento de Pekín se debió a su creencia de que Washington estaba a punto de hacer un movimiento importante allí como parte de su “Pivot to Asia”, al que había que adelantarse, pero esto empeoró inadvertidamente las relaciones con Hanoi por razones obvias. Por aquel entonces se especulaba con la posibilidad de que Vietnam solicitara ayuda militar a Estados Unidos contra China.
Rusia aún no había recuperado su fuerza perdida, pero estaba en camino de hacerlo, lo que se hizo evidente en el momento en que el presidente Putin visitó Vietnam en 2017 para asistir a la Cumbre de la APEC de ese año. Avancemos cuatro años hasta el viaje del expresidente vietnamita Nguyen Xuan Phuc a Moscú, donde acordaron el mencionado plan de desarrollo de la asociación 2030, y luego hasta el día de hoy, donde estos dos países celebraron su recién revigorizada asociación estratégica.
Esta secuencia de acontecimientos demuestra que, aunque las relaciones entre Vietnam y Estados Unidos han mejorado enormemente en las últimas tres décadas, y este proceso ha culminado en la asociación estratégica que se cerró durante la visita de Biden el pasado septiembre, Vietnam nunca se ha convertido en vasallo de Estados Unidos. Siempre mantuvo al Pentágono a distancia, y con razón si se recuerdan los innumerables crímenes de guerra que cometió, lo que creó la oportunidad para que Rusia restaurara por fin su papel tradicional en el equilibrio de Vietnam.
Los lazos políticos y económicos de Vietnam con Estados Unidos seguirán siendo fuertes, a pesar de la ridícula reprimenda de Washington a Hanoi por acoger al presidente Putin, pero ya no existe ni la más remota posibilidad de que dependa de las fuerzas armadas de su nuevo socio estratégico para equilibrar a China. Se volverá a confiar plenamente en Rusia para ese fin, lo que debería hacer que las tensiones sino-vietnamitas fueran mucho más manejables que si Vietnam se convirtiera en las nuevas Filipinas confiando totalmente en Estados Unidos en su lugar.
En el contexto del “Pivot (back) to Asia” de Estados Unidos, que se está desarrollando antes del inevitable final del conflicto ucraniano y del consiguiente renovado interés de Estados Unidos en contener a China, este resultado excluye la cooperación de Vietnam con AUKUS+/”The Squad”. Esto ayudará a aliviar la presión en el frente sur de China, siempre y cuando Pekín no haga ruido de sables contra Hanoi, lo que no se espera que haga de todos modos, ya que está muy ocupado con Filipinas y posiblemente pronto también con el noreste de Asia.
Al frenar la influencia de Estados Unidos en el Sudeste Asiático mediante el nuevo fortalecimiento de su asociación estratégica con Vietnam, Rusia está echando indirectamente una mano a China, a medida que el centro de la Nueva Guerra Fría se desplaza de Europa a Asia. Aunque no esté coordinada con China, puede considerarse una manifestación más de la Entente sino-rusa, aunque con límites muy bien definidos, ya que el presidente Putin ha reafirmado que no firmará acuerdos con otros que puedan perjudicar a Vietnam.
En la práctica, esto significa que, si bien las relaciones militares de Rusia con China seguirán creciendo, bajo ninguna circunstancia Moscú traicionará a Hanoi poniéndose del lado de Pekín en su disputa. El Kremlin tampoco se comprometerá nunca a firmar un tratado de defensa mutua con China como el que acaba de firmar con Corea del Norte, que obligaría a Rusia a apoyar a China en caso de enfrentamiento con Vietnam. En consecuencia, se mantendrá el equilibrio de poder chino-vietnamita y es de esperar que conduzca a una futura solución política de su disputa.
Fuente:
Andrew Korybko: The Russian-Vietnamese Strategic Partnership Checks US Influence In Southeast Asia. 21 de junio de 2024. [Enlace]