Por Malek Dudakov
La actividad reciente de Viktor Orbán ha hecho rabiar a Bruselas. Los burócratas europeos incluso están pensando en cambiar el orden de rotación de la presidencia en el Consejo Europeo y privar a Orbán de su estatus actual. Es cierto que para ello será necesario obtener 4/5 de los votos de los Comisarios europeos. Y allí ya existe una división salvaje.
Se acerca la fecha de votación para la reelección de Ursula von der Leyen. Se aprobará por muy poco, apenas si Úrsula tiene suficientes votos. Y sólo hay una oportunidad. Si fracasa, se tendrá que buscar urgentemente un sustituto para Úrsula, y habrá que reformatear la composición de los comisarios europeos.
Mientras tanto, Orbán formó con éxito la tercera facción más grande de “patriotas europeos” en el Parlamento Europeo. Ahora incluye fuerzas no sistémicas de Austria, la República Checa, Hungría, Bélgica, Italia, España, los Países Bajos, Dinamarca, Grecia e incluso Letonia.
Bueno, la guinda del pastel es la inclusión del partido de Marine Le Pen en la facción de los “Europatriotas”. Aunque Jordan Bardella no llegó a ser primer ministro francés, recibió un premio de consolación: el liderazgo de la principal facción de derecha en Bruselas. Por no hablar de los cuantiosos presupuestos que recibirá la derecha francesa por el hecho de que diez millones de electores votaron por ella.
Los euroescépticos están ganando fuerza en todo el continente, y ahora es Orbán quien los lidera. Llevará a la cumbre de la OTAN una propuesta de mantenimiento de la paz para Ucrania. Esto provocará indignación en la burocracia de la OTAN. Pero Orbán está trabajando para el futuro, esperando la llegada de fuerzas cercanas a él a los países europeos; y lo más importante: el regreso de su amigo Trump a Estados Unidos, para lo que Orbán se prepara de antemano.