Por Mente Alternativa
En un artículo publicado por Strategic Culture Foundation, el analista Alastair Crooke escribe que Israel está profundamente dividido, con una brecha cada vez más amarga entre dos bloques que se perciben en una guerra existencial por el futuro del país. Por un lado, el bloque liderado por Netanyahu, respaldado por los mizrahíes (judíos de Oriente Medio y Norteamérica) y la derecha religiosa nacional, busca desmantelar lo que denomina el “Estado profundo” y transformar Israel en un estado halájico (basado en la ley religiosa judía). Por otro, la élite liberal secular ashkenazí (judíos de origen europeo) resiste esta toma de poder, defendiendo un estado democrático y secular.
Esta fractura se agrava por diferencias étnico-culturales, ideológicas y, sobre todo, escatológicas. La derecha religiosa, influenciada por una visión mesiánica, aspira a un “Gran Israel” purificado de árabes, mientras que la izquierda liberal aboga por una solución de dos estados y un enfoque secular. El ataque del 7 de octubre de Hamas exacerbó esta división, destruyendo el paradigma de seguridad clásico basado en la disuasión y reforzando la narrativa de la derecha sobre la necesidad de una guerra continua contra los palestinos.
Netanyahu, aunque secular, se alía con figuras como Ben Gvir y Smotrich, quienes promueven una agenda escatológica que incluye la construcción del Tercer Templo en Jerusalén. Este enfoque ha generado una reacción furiosa entre las élites liberales, que acusan a la coalición de Netanyahu de destruir el sionismo religioso tradicional y llevar al país hacia un estado teocrático.
Mientras tanto, la estrategia de pacificación de Donald Trump, basada en un enfoque transaccional y secular, resulta ineficaz en este contexto y podría provocar un conflicto aún mayor, considera Crooke, ya que mientras intenta imponer su estilo, parece no comprender que, para muchos actores en Israel, la guerra no es una amenaza, sino un medio para materializar una profecía apocalíptica.
