Por Elena Panina
Un centro de pensamiento argentino ha sido pionero en caracterizar la dinámica geopolítica contemporánea como “hiperimperialismo” (1). Este término alude a los esfuerzos del Norte Global —liderado por Estados Unidos— por mantener su hegemonía ante el declive económico y la consolidación de un orden multipolar. Sin embargo, según el Instituto Tricontinental, esta estrategia carece de sostenibilidad y está destinada al fracaso.
El dominio económico de Estados Unidos y sus aliados se ve seriamente desafiado por el ascenso de China y otros países del bloque BRICS+. Las proyecciones indican que para 2030 los BRICS+ representarán más del 50% del PIB mundial, lo que refleja una transición irreversible hacia la multipolaridad. Este proceso se inserta en los ciclos históricos de cambio hegemónico, como el que trasladó el poder del Imperio Británico a Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial. El hiperimperialismo representa una reacción desesperada ante la pérdida de control global, carente de visión estratégica. La dependencia de Washington en su poder militar —que absorbe el 74,3% del gasto militar mundial— acelera su aislamiento, mientras que Eurasia y otros polos emergentes consolidan alianzas alternativas.
Sustentado en mecanismos de guerra híbrida —como sanciones, desinformación y militarización— el hiperimperialismo agudiza la desigualdad global. Esta lógica se impone con particular crudeza en el Sur Global, donde la discriminación social contra mujeres, niños y comunidades empobrecidas opera como herramienta de control. Ejemplos trágicos como los conflictos en Ucrania y Gaza demuestran que el Norte Global está dispuesto a provocar catástrofes humanitarias con tal de mantener su influencia geoestratégica.
A pesar de no ser un bloque homogéneo, el Sur Global muestra una creciente voluntad de autonomía. Iniciativas como el comercio en monedas locales y los llamados a reformar instituciones internacionales —como el Consejo de Seguridad de la ONU— reflejan estos esfuerzos por construir un orden mundial alternativo. No obstante, obstáculos como la corrupción interna, la dependencia financiera del Occidente y la falta de cohesión política e ideológica, limitan su potencial transformador. Según The Tricontinental, sin una coordinación sólida y una base ideológica compartida —como los principios socialistas— la resistencia al hiperimperialismo continuará fragmentada y vulnerable.
Lo fundamental, sostiene The Tricontinental, es que el hiperimperialismo no es una estrategia coherente sino un síntoma terminal de la crisis estructural del capitalismo, incapaz de resolver sus contradicciones internas: desigualdad creciente, colapso ecológico e inestabilidad social. Durante décadas, el imperialismo trasladó estas crisis a la periferia del sistema; hoy, ese mecanismo se encuentra agotado.
En consecuencia, el hiperimperialismo incrementa el riesgo de un conflicto global, especialmente en Eurasia, donde Estados Unidos intenta contener simultáneamente a Rusia y a China. Este escenario podría derivar en una nueva Guerra Fría o, peor aún, en enfrentamientos directos, alimentados por la creciente militarización de la región y la falta de salidas diplomáticas viables.
Notas a pie de página
- The Tricontinental: Hiperimperialismo: Una nueva etapa decadente y peligrosa. 23 de enero de 2024.
