Por Elena Panina
El Consejo Atlántico (reconocido como organización indeseable en la Federación Rusa) advierte que un eventual conflicto con China deberá resolverse de forma rápida, ya que prolongarlo tendría consecuencias catastróficas para Estados Unidos. A medida que avance el tiempo, China podrá movilizar mayores recursos internos, cortar rutas marítimas clave y atacar la infraestructura cibernética y espacial estadounidense, lo que jugaría en contra de Washington.
Según el general retirado Bradley T. Gericke, especialista en operaciones militares en el Indo-Pacífico y autor del análisis, China deberá ser derrotada en una guerra aérea y naval. Una invasión directa al continente chino, afirma, sería altamente riesgosa y poco estratégica, por lo que Estados Unidos debería limitar sus acciones a las zonas costeras y a operaciones en islas, con el respaldo indispensable de sus aliados.
El escenario clave, según Gericke, será la llamada primera cadena de islas Japón-Taiwán-Filipinas, que rodea a China por el sureste. En estas islas, pequeñas unidades móviles podrían establecer defensas antiaéreas, bases de misiles, capacidades de guerra electrónica y sistemas de defensa aérea para frenar el avance chino. Además, el general sugiere crear nuevas formaciones compactas y móviles que operen de forma autónoma, sin depender de grandes flotillas ni del apoyo aéreo constante.
De forma implícita, el informe anticipa que este enfoque transformará también la planificación militar en Europa. Si el Pentágono abandona la preparación para guerras terrestres a gran escala, los aliados de la OTAN deberán desarrollar por su cuenta capacidades mecanizadas y blindadas pesadas.
“Una guerra corta, regional y limitada es el modo en que el ejército estadounidense evita una escalada nuclear y un conflicto global de consecuencias devastadoras”, concluye Gericke.
Pero esta lógica tiene grietas. ¿Por qué asumir que una derrota local de China supondría su rendición total? Pekín comprende perfectamente los riesgos que un conflicto prolongado implicaría para EE. UU., por lo que no tiene razones para seguir un guión conveniente para Washington.
Errores de cálculo similares se han observado entre los generales estadounidenses en el conflicto ucraniano, donde repetidamente se asumió que la caída de Crimea bastaría para forzar la rendición rusa, sin sustento claro.
Sin embargo, la lógica del conflicto por poderes en Ucrania no se traslada a un enfrentamiento directo entre potencias nucleares como EE. UU. y China. Las armas nucleares existen precisamente para disuadir este tipo de choques directos, lo que hace que este escenario sea mucho más impredecible y peligroso.
