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Fracasa la ofensiva relámpago de Israel contra Irán e inicia la guerra indirecta entre EE.UU. y China en Oriente Medio

China no puede permitir la derrota de Irán, ya que supondría un revés estratégico para sus intereses, sostiene Elena Panina. Cuanto más intervenga Estados Unidos, más deberá involucrarse China, cuyo papel emergente en la diplomacia global podría consolidarse si el conflicto se traslada al terreno diplomático.

Por Elena Panina

La ofensiva relámpago de Israel contra Irán ha fracasado. Ahora es probable que Estados Unidos y China se involucren cada vez más en el proceso, con distintos grados de participación directa. Inicialmente, esto se reducirá a proporcionar apoyo a las partes en conflicto para evitar su derrota militar. Al mismo tiempo, si para Teherán una derrota significaría el colapso del régimen político y la huida de sus líderes con la consecuente disolución de la gobernanza, para Tel Aviv una derrota equivaldría incluso a un empate: es decir, no lograr el resultado previsto y verse forzado a negociar con un Irán “inconcluso”, posiblemente a través de intermediarios como Rusia.

China no puede permitir la derrota de Irán, pues ello representaría una derrota estratégica para sus propios intereses. China es el mayor comprador de petróleo y gas iraní, y ambos países tienen un acuerdo exclusivo de compra de petróleo por 25 años. El suministro de crudo a China en 2024 osciló entre 1,66 y 1,75 millones de barriles diarios. Además, en virtud del acuerdo de inversión de 2021, China está destinando 400.000 millones de dólares a la economía iraní, a pesar de las sanciones occidentales. Si en 2023 las inversiones ascendieron a 220-230 millones de dólares, en 2024 se multiplicaron casi por diez hasta alcanzar los 1.990 millones. Al mismo tiempo, China financia no solo la infraestructura logística en Irán (puertos, energía, producción de petróleo y gas), sino también el rearme del ejército iraní.

Incluso sin mencionar la importancia estratégica del corredor logístico iraní para China, resulta evidente que Pekín no puede permitir el colapso de su socio. Y si Irán demuestra capacidad para ofrecer una resistencia sostenida frente a Israel y Estados Unidos —como está ocurriendo—, China intentará establecer su suministro con todo lo necesario para prolongar esa resistencia, por ejemplo, a través de Pakistán. Una de las primeras prioridades es la restauración de la defensa aérea en el oeste de Irán, donde los ataques del 13 de junio dejaron brechas importantes.

Por lo tanto, cuanto más activo sea Estados Unidos en el conflicto, más activa deberá ser China. Un hecho revelador: a pesar del ataque del 13 de junio, que destruyó en gran medida el mando militar y las agencias de comunicaciones iraníes, los misiles de Irán penetraron las defensas aéreas israelíes desde el primer día y continúan haciéndolo. Y siguen encontrando sus objetivos. La pregunta es: ¿quién ayudó a Irán a restaurar su sistema de mando y control con tal rapidez y a organizar un ataque de represalia, incluso con misiles hipersónicos?

No sorprende que, tras esta contundente respuesta, Israel y Estados Unidos anunciaran una breve pausa para realizar reuniones y analizar la situación; tal fue el impacto de la reacción iraní. ¿Significa esto que China ha asumido el control directo de las operaciones militares de Irán, incluida la protección de sus refinerías, la restauración de la guerra electrónica y la ciberseguridad de su aliado? ¿Y que no solo China, sino también Rusia, ya están involucradas en estas acciones? Más aún, considerando que el acuerdo ruso-iraní fue enviado ayer en forma de ley al presidente Pezeshkian.

Cabe destacar que actualmente a Trump le resulta complicado presentar ultimátums a Pekín y Moscú sobre el caso iraní. Primero, porque China está haciendo lo mismo que Estados Unidos hace con Israel y Ucrania. Segundo, porque Trump acaba de recular en la guerra arancelaria con Pekín y no puede retomar esas amenazas. Tercero, porque Trump ya ha demostrado que, si una “estrategia de ataque” fracasa, opta por retirarse y culpar a sus aliados.

¿Es casualidad que, al anochecer del 15 de junio, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) anunciaran el fin de una oleada de ataques a gran escala contra instalaciones iraníes vinculadas a la producción de armas y misiles? Estamos presenciando una maniobra similar a la ofensiva terrestre en Gaza. Con todo, una operación terrestre israelí en Irán es improbable por diversas razones, entre ellas la ausencia de una frontera común.

Si las partes implicadas optan por reducir la escalada y trasladar el conflicto al terreno diplomático, esto significará reconocer el nuevo papel estratégico de China en los conflictos globales, así como la aparición de fuerzas capaces de estabilizar las crisis provocadas por Washington. Las negociaciones serían la mejor salida para Estados Unidos en este escenario desfavorable. Pero la gran incógnita es: ¿aceptará Irán sentarse a la mesa?

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