Por Mente Alternativa
En un artículo publicado por MintPress News, el periodista Alan Macleod documenta cómo el reciente bombardeo del hospital oncológico Al Rasool Al-Azam en Yemen, perpetrado por Estados Unidos, no es un hecho aislado, sino parte de una alarmante continuidad histórica. Este acto, calificado como crimen de guerra por organizaciones médicas locales, refleja una práctica sistemática de bombardeos a hospitales en diversas regiones del mundo, desde Vietnam hasta Afganistán, pasando por Libia, Irak y Yugoslavia.
El hospital en Yemen, recientemente construido con una inversión de más de 7.5 millones de dólares, representaba la única esperanza para cientos de pacientes con cáncer en la región de Saada. La destrucción del centro por parte de EE.UU., en dos ataques consecutivos durante marzo de 2025, demuestra que los bombardeos a hospitales siguen siendo una herramienta utilizada bajo el pretexto del conflicto militar, pese a estar explícitamente prohibida por el derecho internacional.
El patrón es evidente: en 2015, el hospital de Médicos Sin Fronteras en Kunduz, Afganistán, fue atacado pese a que las coordenadas exactas habían sido compartidas previamente con el ejército estadounidense. En 1999, hospitales en Yugoslavia fueron blanco de bombardeos de la OTAN bajo liderazgo estadounidense. En Sudán, el bombardeo de la planta farmacéutica Al-Shifa en 1998 provocó una crisis sanitaria devastadora.
Estos ataques no han sido seguidos por una rendición de cuentas real. Mientras los medios corporativos estadounidenses destacan crímenes de guerra cometidos por adversarios geopolíticos, guardan un silencio cómplice cuando los responsables son sus propios líderes. La censura mediática y la impunidad institucional han normalizado estos actos, que siguen cobrando vidas inocentes sin consecuencias.
El historial de bombardeos a hospitales revela una política de guerra que trasciende administraciones demócratas o republicanas. Tal como concluye Macleod, en países designados por EE.UU. como enemigos, estar dentro de un hospital puede ser más peligroso que estar fuera de él. Este patrón, lejos de ser un error, parece responder a una doctrina no oficial de guerra total, donde la infraestructura médica se convierte en blanco legítimo.
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