Por José Luis Preciado
La fiscal general de Estados Unidos, Pamela Bondi, incluyó recientemente a México en la lista de “adversarios” de su país, junto con Irán, China y Rusia. En una comparecencia ante el Congreso, Bondi justificó su postura alegando que las drogas que cruzan la frontera matan estadounidenses, y deslizó que México representa una amenaza equivalente a potencias rivales. Esta narrativa no es nueva, pero se ha intensificado peligrosamente: desde el Congreso estadounidense ya existen resoluciones —como la del representante Dan Crenshaw— que plantean abiertamente el uso de fuerza militar contra territorio mexicano para frenar el tráfico de fentanilo.
El problema es que el argumento es tan hipócrita como geopolíticamente conveniente: si realmente Estados Unidos quisiera acabar con el narcotráfico, debería mirar hacia Wall Street y la City de Londres, no hacia el sur del río Bravo. Como documentó la publicación Dope, Inc. desde 1978, el verdadero poder detrás del tráfico de drogas no son los cárteles mexicanos, sino las estructuras financieras transnacionales que lavan billones de dólares cada año a través de bancos offshore. Estos intereses mantienen vivo al sistema financiero transatlántico, cada vez más frágil y dependiente de flujos ilícitos.
Así, mientras Washington acusa a México de ser la fuente del problema, el verdadero centro de mando opera desde los templos del capital financiero anglosajón. La propuesta de invadir México no responde a una política antidrogas seria, sino al viejo reflejo imperial de intervenir y controlar su “patio trasero” bajo cualquier excusa. En el fondo, se trata de recolonizar México bajo un nuevo ropaje humanitario y antidrogas, mientras se protege —o directamente se beneficia— al verdadero cártel: el financiero.
Como ironizó Executive Intelligence Review, si EE.UU. fuera coherente con su retórica, la operación militar no debería dirigirse al norte de Sonora, sino a Manhattan y a la City de Londres. Pero eso, claro, significaría atacar al verdadero poder. Y ese sigue siendo intocable.
