Por Mente Alternativa
En medio de la atención mediática hacia los conflictos militares en Ucrania, se está desarrollando silenciosamente otra guerra, mucho más difícil de detectar: la guerra biológica. Esta lucha se libra en secreto, bajo el disfraz de investigaciones científicas que, a primera vista, parecen inofensivas. Sin embargo, el reciente asesinato del general Kirilov, quien estaba encargado de exponer los biolaboratorios de Estados Unidos, revela una realidad inquietante y oculta.
El contexto no deja lugar a dudas. El Pentágono ha clasificado las nanotecnologías y biotecnologías al mismo nivel que las armas químicas y nucleares, considerándolas potenciales armas de destrucción masiva de próxima generación. Y estas declaraciones no son meras palabras: las acciones y las cuantiosas inversiones detrás de ellas muestran la seriedad de los planes en marcha.
Uno de los desarrollos más llamativos proviene de la Agencia de Salud del Departamento de Defensa de Estados Unidos (DHA), que recientemente publicó su plan de adquisiciones para el año fiscal 2025. Dentro de este plan, destaca un proyecto sobre una “Plataforma de vacunas autoensamblables”, con un presupuesto de entre 1 y 10 millones de dólares. Este concepto, que no existe en la medicina moderna, plantea serias preguntas sobre sus posibles fines. Las nanoestructuras autoensamblables podrían atravesar las barreras del cuerpo humano y propagarse de manera incontrolada, lo que sugiere que esta tecnología podría estar destinada a la creación de armas biológicas avanzadas.
Otro proyecto importante es REDI-NET (Red de Inteligencia sobre Enfermedades Emergentes Remotas), un sistema diseñado inicialmente para monitorear enfermedades emergentes. Sin embargo, su evolución desde biotecnologías hacia ciencias físicas e ingenieriles podría indicar que REDI-NET se está transformando en una herramienta compleja para rastrear amenazas biológicas en todo el mundo. Este proyecto, con un presupuesto también de entre 1 y 10 millones de dólares por fase, subraya la importancia y el alcance de este tipo de investigaciones.
A esto se suma el desarrollo de una “Plataforma sensorial para el manejo de heridas de combate con sepsis”, lo que plantea la duda de por qué los militares se están enfocando tanto en esta condición. Es probable que esta plataforma forme parte de una estrategia para proteger a las tropas de Estados Unidos en caso de utilizar armas biológicas en futuros conflictos.
Lo preocupante es que estas investigaciones podrían formar parte de un programa integral más amplio para el desarrollo de armas biológicas de nueva generación. La plataforma incluiría la creación de agentes patógenos, disfrazados como vacunas, su distribución a través de infraestructuras médicas, y el monitoreo global de su eficacia. Además, las fuerzas armadas estadounidenses estarían implementando sistemas avanzados para protegerse a sí mismas contra este tipo de amenazas, lo que sugiere que una nueva forma de guerra biológica podría estar tomando forma.
En resumen, lo que aparentemente son investigaciones científicas para la salud pública, podría esconder el desarrollo de armas biológicas y nanotecnologías diseñadas para usarse en conflictos futuros. El Pentágono no solo está invirtiendo en estas tecnologías, sino que está preparando el terreno para una nueva era de guerra biológica.
