Redes Sociales

Hola, ¿qué deseas buscar?

Contenidos

¿Es China quien amenaza a EE.UU. o al revés?

En un contexto de tensiones crecientes entre Estados Unidos y China, el analista Eduardo J. Vior desmonta la narrativa occidental que presenta a Pekín como una amenaza global, argumentando que su fortalecimiento militar responde a décadas de presión estratégica y desinformación sistemática. Lejos de una intención agresiva, el ascenso chino revela un cambio hacia un orden multipolar que desafía la hegemonía estadounidense y exige un análisis crítico, más allá de la propaganda.

Por Mente Alternativa

En una emisión reciente del canal DMP Geopolítica, el analista Eduardo J. Vior presentó un exhaustivo análisis sobre el ascenso militar de China y su impacto directo en el equilibrio de poder global. A partir de un artículo del diario británico The Telegraph, el analista examina cómo la creciente capacidad del Ejército Popular de Liberación está redefiniendo el tablero geopolítico, al tiempo que se cuestiona la supremacía militar de Estados Unidos. Lejos de limitarse a una comparación simplista de cifras, el enfoque de Vior pone en evidencia la profundidad de una transformación que afecta no solo a las fuerzas armadas, sino también a los modelos estratégicos, ideológicos y económicos que sostienen el poder en Occidente.

Uno de los puntos más destacados de la presentación es que China ya supera a Estados Unidos en número de tropas, tanques y, de forma progresiva, en poder nuclear. Para 2030, se prevé que Beijing posea más de mil ojivas nucleares, incluyendo misiles intercontinentales capaces de alcanzar territorio estadounidense. Además, se reconocen importantes avances en misiles hipersónicos y capacidades cibernéticas, incluyendo la infiltración en redes críticas de EE.UU., algo que, según algunos expertos, equivale a una agresión de alto nivel.

La publicación británica menciona ciertos límites del poder militar chino, especialmente su falta de experiencia en guerras reales. A diferencia de Estados Unidos, que ha intervenido militarmente en múltiples conflictos —como Irak y Afganistán—, China no ha participado recientemente en escenarios bélicos. No obstante, Vior advierte que esta comparación es engañosa, ya que muchas de esas intervenciones estadounidenses terminaron en fracasos costosos y humanitariamente desastrosos. En cambio, el enfoque defensivo y de disuasión de China refleja una lógica estratégica menos agresiva pero más sólida a largo plazo.

Otro aspecto relevante del análisis de Vior es el señalamiento de una red de poder concentrada en Washington, que involucra universidades, consultoras, empresas armamentistas y grandes medios de comunicación. Esta estructura influye directamente en la política exterior de EE.UU., moldeando una narrativa que presenta a China como una amenaza inminente, cuando en realidad la estrategia de Beijing responde más a una lógica de contención y seguridad territorial.

Vior también aborda la colaboración militar entre China y Rusia, señalando que Beijing estaría apoyando a la industria militar rusa mediante el suministro de componentes estratégicos. Aunque medios como Reuters no han podido verificar estas afirmaciones de forma independiente, la información difundida por servicios de inteligencia ucranianos sugiere una creciente cooperación que desafía el orden impuesto por Occidente tras la Guerra Fría.

Asimismo, el analista discute una reciente reforma en China sobre la protección de infraestructuras estratégicas, aprobada por Xi Jinping. Este reglamento refuerza la seguridad de puertos, fábricas de armamento, centros de datos y redes ferroviarias clave, consolidando un modelo de defensa nacional que se aleja del paradigma occidental de proyección de poder global y se centra en la soberanía interna.

En el plano ideológico, el análisis de Vior advierte que la tensión creciente entre China y Estados Unidos no solo se expresa en términos militares, sino también en el terreno de la información. La guerra cognitiva y el control del relato público se han convertido en armas fundamentales. En este contexto, Vior destaca el papel de medios independientes como DMP Geopolítica, que ofrecen narrativas alternativas frente al discurso belicista dominante de los conglomerados mediáticos occidentales.

En conclusión, el ascenso militar de China no debe entenderse como una amenaza agresiva, sino como una respuesta lógica a décadas de presión estratégica por parte de Occidente. El fortalecimiento de su capacidad defensiva, su enfoque disuasorio y su creciente alianza con otras potencias como Rusia muestran que el mundo avanza hacia un orden multipolar, donde la hegemonía estadounidense ya no puede darse por sentada. Frente a este panorama, resulta esencial fomentar una reflexión crítica e informada, que sustituya la propaganda por el análisis riguroso, y que permita comprender la verdadera naturaleza de los cambios en curso.

Diez años de la Iniciativa de la Franja y la Ruta, y su papel en el contexto de la crisis mundial

Publicidad donar

Archivos

Publicidad siguenos en telegram

Contenidos

China recluta a África en un movimiento diplomático histórico que desafía el unilateralismo estadounidense.

Contenidos

Un nuevo capítulo en el debate sobre los límites del poder presidencial en Estados Unidos ha expuesto divisiones y más contradicciones dentro del Partido...

Contenidos

China y Japón han exigido el pago inmediato de la deuda de EE.UU. Ni Pekín ni Tokio están dispuestos a seguir subsidiando un imperio...

Contenidos

Tras el reciente conflicto en Cachemira, Pakistán e India, dos potencias nucleares, han ofrecido lecciones que podrían cambiar la percepción militar de China y...