Por Mente Alternativa
Mientras los medios celebran el hallazgo como un avance sin precedentes para la medicina personalizada, algunos investigadores advierten que la tecnología EMPOWER —desarrollada por Zhihua Lin y Martin Fussenegger en la ETH de Zúrich y publicada en Nature Nanotechnology en mayo de 2025— abre la puerta a un escenario orwelliano donde el cuerpo humano podría convertirse en blanco de programación remota y vigilancia biomédica.
EMPOWER (acrónimo de Electromagnetic Programming of Wireless Expression Regulation) se basa en nanopartículas multiferroicas capaces de desencadenar respuestas celulares al ser expuestas a campos magnéticos de baja frecuencia. Este sistema permite activar, con una precisión milimétrica, la producción de proteínas terapéuticas como la insulina, sin necesidad de inyecciones ni implantes. En ensayos con ratones diabéticos, bastaron tres minutos diarios de estimulación con un campo magnético para normalizar los niveles de glucosa durante semanas.
A primera vista, el sistema promete una revolución médica: no es invasivo, permite dosificar a distancia y los campos magnéticos usados son más débiles que los de una resonancia magnética. Sin embargo, lo que preocupa a parte de la comunidad científica no es la técnica en sí, sino su filosofía subyacente: una tecnología que penetra el cuerpo sin contacto físico, que modifica funciones biológicas desde el exterior y que depende de una infraestructura electromagnética omnipresente.
En un contexto de creciente digitalización biomédica —marcado por iniciativas de identificación genética, vacunas programables y dispositivos implantables— EMPOWER representa un salto cualitativo hacia el control remoto del cuerpo humano. ¿Quién asegura que este sistema solo se usará con fines terapéuticos? ¿Cómo se regulará su aplicación? ¿Y quién decide cuándo y en quién se activa o desactiva una función genética?
Aunque sus creadores insisten en que EMPOWER no modifica el genoma de forma permanente, la posibilidad de regular genes mediante campos invisibles y desde el exterior del organismo abre dilemas éticos que superan el terreno médico. Se trata, en última instancia, de la posibilidad de crear un “internet de los cuerpos”, donde la autonomía biológica queda subordinada al poder de quienes controlan la señal.
La medicina del futuro podría ofrecer curas inalámbricas y personalizadas, sí. Pero también podría derivar en un modelo de gestión biopolítica de la población, donde el tratamiento se convierte en herramienta de control. Y lo más preocupante: esta vez, el control vendría desde dentro.
Armas electromagnéticas e informativas: la manipulación remota del cerebro humano
