Por Mente Alternativa
En un artículo reciente, Jason Ross, de EIR, analiza cómo el primer ministro británico, Keir Starmer, busca influir en la política estadounidense para prolongar el conflicto entre la OTAN y Rusia en Ucrania. Starmer instó al presidente Trump a ofrecer garantías de seguridad a Ucrania y a respaldar una fuerza de “mantenimiento de la paz” europea, propuestas que Rusia ha rechazado en múltiples ocasiones.
Para fortalecer la “relación especial” entre ambos países, Starmer entregó a Trump una carta del rey Carlos III, invitándolo a una segunda visita de Estado al Reino Unido, un honor poco común para un líder electo. Esta estrategia busca combinar la fuerza militar estadounidense con la astucia diplomática británica. Durante una conferencia de prensa conjunta, Starmer expresó su apoyo a los esfuerzos de paz de Trump, pero enfatizó que una paz duradera requiere presencia militar en el terreno. Mientras tanto, activistas de The LaRouche Organization distribuyeron en Washington un llamado para terminar con la “relación especial” entre EE.UU. y el Reino Unido.
Trump mantuvo su postura de que Ucrania no debería unirse a la OTAN, afirmando: “Simplemente no va a suceder”. Diplomáticos rusos han señalado la influencia negativa británica en la política estadounidense, sugiriendo que Londres se beneficia de un distanciamiento entre EE.UU. y Rusia. Mientras tanto, delegaciones de EE.UU. y Rusia se reunieron en Estambul para avanzar en la normalización de relaciones diplomáticas.
En otro frente, Yossi Beilin, uno de los negociadores israelíes de los Acuerdos de Oslo de 1993, destacó que la paz es posible con liderazgo decidido, recordando cómo el primer ministro Yitzhak Rabin logró iniciar conversaciones con los palestinos pese al escepticismo generalizado. Sin embargo, Israel ha rechazado retirarse de áreas como el corredor de Philadelphi en Gaza y otras regiones ocupadas. En una nota más positiva, el líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) en Turquía ha instado a sus miembros a deponer las armas y adoptar métodos democráticos para su activismo.
Finalmente, Namibia y Marruecos ejemplifican los desafíos que la humanidad debería abordar: reverdecer los desiertos mediante iniciativas como el Plan Oasis de LaRouche, eliminar el subdesarrollo y redirigir asteroides que representen amenazas potenciales.
