Por Mente Alternativa
El primer papa estadounidense, Robert Francis Prevost, ahora conocido como León XIV, ha sido vinculado a graves señalamientos por encubrimiento de abusos sexuales durante su liderazgo al frente de la orden de los Agustinos en Chicago. En el año 2000, permitió que un sacerdote acusado de pedofilia residiera cerca de una escuela sin notificar a los responsables del plantel, lo cual generó fuertes críticas de víctimas y activistas por la transparencia eclesiástica. A pesar de la presión pública y de escándalos posteriores, la orden que dirigió tardó más de dos décadas en publicar una lista completa de abusadores creíbles, y aún hoy existen dudas sobre su transparencia.
Durante su ascenso en la jerarquía eclesiástica bajo el pontificado de Francisco, Prevost ocupó cargos estratégicos como prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Comisión Pontificia para América Latina. Desde esos puestos, amplió su influencia dentro del Vaticano y se consolidó como una figura clave en la transición hacia una Iglesia más alineada con la agenda globalista. En diversas ocasiones, se manifestó en contra de las políticas migratorias del expresidente Donald Trump, argumentando que contradecían los valores cristianos.
El nombramiento de León XIV como primer papa estadounidense ha generado preocupación entre sectores católicos conservadores, que lo ven como parte de una tendencia progresista que relativiza principios doctrinales mientras oculta prácticas institucionales cuestionables. Su gestión pasada, marcada por el silencio frente a denuncias de abusos sexuales, y su respaldo a políticas globalistas, proyectan la imagen de un pontificado más político que espiritual. El caso de Prevost revive el debate sobre la rendición de cuentas dentro de la Iglesia y el uso del poder eclesiástico para fines ajenos a la fe.
