Por Mente Alternativa
El mandato británico en Palestina (1920-1948) no fue un mero período de administración colonial, sino un capítulo crucial que sentó las bases para el establecimiento del Estado de Israel y la marginación del pueblo palestino. Durante estas décadas, Gran Bretaña no solo facilitó la colonización sionista, sino que también reprimió sistemáticamente los esfuerzos palestinos por alcanzar la independencia. Este artículo explora cómo las políticas británicas priorizaron los intereses sionistas, ignorando los derechos y aspiraciones de la mayoría árabe palestina.
La Declaración Balfour y el mandato británico
En 1917, el secretario de Relaciones Exteriores británico, Arthur Balfour, emitió una declaración que prometía el apoyo del Reino Unido al establecimiento de un “hogar nacional judío” en Palestina. Este documento, conocido como la Declaración Balfour, fue incorporado al mandato británico sobre Palestina en 1922, otorgado por la Sociedad de Naciones. Aunque la declaración afirmaba que “nada se haría para perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías”, en la práctica, ignoró por completo los derechos políticos y nacionales de la población árabe nativa.
El historiador palestino Edward Said calificó la Declaración Balfour como un “desprecio absoluto de la presencia y los deseos de la mayoría nativa”. Este desprecio se materializó en políticas que favorecieron abiertamente a los colonos judíos, en su mayoría europeos, mientras marginaban a los palestinos.
El apoyo británico al proyecto sionista
El mandato británico no fue neutral. Desde el principio, las autoridades británicas trabajaron para facilitar la inmigración judía y la adquisición de tierras, mientras bloqueaban cualquier intento de autodeterminación palestina. Por ejemplo, el artículo 6 del mandato obligaba a Gran Bretaña a fomentar la “inmigración judía” y el “asentamiento cercano de judíos en la tierra”. Esto permitió un crecimiento significativo de la población judía y la adquisición de tierras estratégicas, a menudo a expensas de los campesinos palestinos.
Además, el movimiento sionista, organizado como la Agencia Judía, recibió un estatus cuasi-gubernamental, con amplios poderes en áreas económicas y sociales. En contraste, los palestinos no tuvieron representación oficial ni instituciones democráticas con poder real. Como señala el historiador Rashid Khalidi, el mandato británico “amplificó sustancialmente los compromisos de la Declaración Balfour”, reconociendo solo a los judíos como un pueblo con derechos nacionales en Palestina.
El conflicto palestino-israelí comenzó con el clásico doble juego británico
Represión y resistencia palestina
Las políticas británicas no solo favorecieron a los sionistas, sino que también reprimieron brutalmente cualquier forma de resistencia palestina. Durante las décadas de 1920 y 1930, las protestas y levantamientos palestinos fueron respondidos con violencia extrema. Las fuerzas británicas dispararon contra multitudes, impusieron castigos colectivos y llevaron a cabo redadas en pueblos palestinos. En 1921, por ejemplo, el alto comisionado Herbert Samuel declaró el estado de emergencia y ordenó bombardeos aéreos contra aldeas palestinas.
A pesar de estas medidas represivas, los palestinos continuaron organizándose. Entre 1919 y 1928, se celebraron siete congresos árabes palestinos, donde se exigió la independencia, el rechazo a la Declaración Balfour y el fin de la inmigración judía ilimitada. Sin embargo, las autoridades británicas se negaron a reconocer estas demandas, aplicando una política de “divide y gobierna” para debilitar la resistencia.
El legado del mandato británico
El apoyo británico al sionismo durante el mandato sentó las bases para la creación del Estado de Israel en 1948 y el desplazamiento masivo de palestinos durante la Nakba. Las políticas británicas no solo facilitaron la colonización sionista, sino que también socavaron las estructuras sociales y económicas palestinas, dejando un legado de desigualdad y conflicto que persiste hasta el día de hoy.
En resumen, el mandato británico en Palestina no fue un mero período de administración colonial, sino un proceso activo de apoyo al sionismo y represión de la libertad palestina. Este capítulo de la historia sigue siendo fundamental para entender las raíces del conflicto en la región y las luchas actuales por la justicia y la autodeterminación palestina.
