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El MI6 británico infiltró al OIEA para manipular su política hacia Irán a través de operaciones de desinformación

El MI6 infiltró a la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) con un espía que orquestó la estrategia de “presión máxima” y sanciones contra Irán, en una operación encubierta que socava la legitimidad del organismo y reafirma el rol del Reino Unido como generador de desinformación empleada por Washington y sus aliados para justificar políticas intervencionistas como la invasión de Irak en 2003.

Por Mente Alternativa

El periodista Kit Klarenberg ha revelado en The Grayzone un escándalo internacional de proporciones mayúsculas: el veterano espía británico Nicholas Langman, agente del MI6, infiltró a la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA) con el objetivo de manipular su política hacia Irán y facilitar la imposición de sanciones económicas devastadoras. Esta operación clandestina da peso a las reiteradas acusaciones de Teherán sobre la connivencia del organismo nuclear con los intereses estratégicos de Occidente e Israel.

Langman, cuya identidad ha sido censurada en múltiples ocasiones por el gobierno británico, aparece en documentos filtrados como una figura clave en el diseño de la estrategia de “presión máxima” contra Irán. Su currículum confirma que trabajó en estrecha colaboración con el OIEA y la Organización para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ) para frenar la proliferación de armas de destrucción masiva mediante medios técnicos y sanciones económicas. Según los documentos, fue entre 2010 y 2012, desde el Centro de Contraproliferación de la Cancillería británica, cuando Langman ejerció mayor influencia, coordinando esfuerzos con agencias estadounidenses, europeas y de Medio Oriente.

El trasfondo de Langman no es menor: en 2005 fue acusado en Grecia de haber supervisado la detención ilegal y tortura de 28 migrantes pakistaníes, mientras que años antes, en 1997, se le vinculó a operaciones de desinformación tras la muerte de la princesa Diana en París. Ambos episodios fueron objeto de censura oficial en Reino Unido, pero confirmados por medios griegos y filtraciones posteriores. Pese a todo, fue recompensado por la Corona británica con el título de Compañero de la Orden de San Miguel y San Jorge, un honor que lo equipara al espía ficticio James Bond.

La supuesta neutralidad del OIEA queda gravemente comprometida si se comprueba su penetración por parte del MI6. Irán ha acusado durante años al organismo de colaborar con servicios de inteligencia hostiles. La reciente ofensiva israelí del 13 de junio, en la que murieron nueve científicos nucleares iraníes, fue precedida por un informe del OIEA redactado bajo la dirección de Rafael Grossi, que repetía acusaciones infundadas sobre supuestas violaciones del Tratado de No Proliferación. Teherán considera a Grossi cómplice de los asesinatos y ha roto relaciones con el organismo, prohibiendo la entrada de inspectores.

El papel del OIEA bajo dirección occidental no se limita a la vigilancia nuclear. Según Teherán, sus inspectores habrían recopilado perfiles confidenciales de científicos iraníes y compartido esa información con Tel Aviv. El asesinato en 2020 del físico Mohsen Fakhrizadeh, atribuido al Mossad, refuerza estas acusaciones. Fakhrizadeh ya había sido mencionado explícitamente por Netanyahu en 2019 como objetivo prioritario.

Entre 2010 y 2012, Langman coordinó sanciones económicas que paralizaron la economía iraní, incluyendo la exclusión del país del sistema financiero SWIFT y un embargo europeo sin precedentes. Aunque las acusaciones sobre el programa nuclear iraní carecían de pruebas concretas, según reconocía incluso la BBC, Langman se jactaba de haber logrado “éxitos diplomáticos” que justificaron el castigo colectivo.

El caso Langman revela hasta qué punto la arquitectura multilateral ha sido capturada por intereses imperiales. En lugar de actuar como árbitro imparcial, el OIEA ha funcionado como punta de lanza en una guerra híbrida contra Irán. El hecho de que su infiltración por parte del MI6 haya sido documentada por el propio agente en su biografía interna, solo agrava el descrédito del organismo.

Una investigación de Richard Freeman llama la atención sobre los lunáticos que forman parte del Consejo Asesor de “Unidos Contra un Irán Nuclear” (UANI), una de las organizaciones políticas que más impulsa una guerra total al pedir ataques con misiles contra Irán que empujarían al mundo “fuera de los límites” hacia una guerra nuclear.

En el Consejo destaca el perfil aristócrata y sionista británico-israelí que domina el pensamiento y la política de miembros de la organización como: el Barón Lord Guthrie de Craigiebank (coronel comandante de SAS, una unidad de fuerzas especiales del ejército británico), el Barón Stanley Kalms (donante de la neoconservadora Sociedad Henry Jackson y promotor de La Sinagoga Unida, una unión de sinagogas judías ortodoxas británicas que representa el movimiento ortodoxo central del judaísmo y que ha sido el organismo sinagoga más grande de Europa), la Baronesa Pauline Neville-Jones (Ex Ministra de Seguridad del Reino Unido y ex presidenta del Comité Conjunto de Inteligencia), Sir Graeme Cordero (Exdirector de las Fuerzas Especiales del Reino Unido), Tamir Pardo (ex director general del Mossad israelí) y Zohar Palti (exdirector de Inteligencia del Mossad israelí).

La pregunta que ahora flota en el ambiente es: ¿cuántos otros organismos internacionales han sido infiltrados por agentes de inteligencia que, tras bastidores, moldean la política global con objetivos geoestratégicos inconfesables? La historia de Nicholas Langman y su papel en el OIEA exige una respuesta urgente de la comunidad internacional, y sobre todo, una auditoría profunda de las estructuras que, en teoría, deberían velar por la paz y no por la guerra.

La historia reciente ofrece un precedente revelador: la invasión de Irak en 2003, liderada por Estados Unidos y el Reino Unido, se basó en información falsa proporcionada por el MI6 sobre la supuesta posesión de armas de destrucción masiva por parte del régimen de Saddam Hussein. Entre estas falsedades figuraban documentos falsificados sobre la compra de uranio en Níger, que fueron rápidamente desacreditados por inspectores de la ONU. Además, se propagaron vínculos inexistentes entre Hussein y Al-Qaeda, pese a que informes internos de la CIA negaban tal conexión.

La manipulación deliberada de inteligencia —incluyendo el uso del informante “Curveball”, cuyas declaraciones sobre laboratorios móviles de armas biológicas eran completamente ficticias— fue esencial para engañar a la opinión pública global y justificar una guerra devastadora. Incluso figuras como Colin Powell fueron arrastradas al engaño, basando su discurso ante la ONU en datos fabricados. El resultado fue una tragedia humana de cientos de miles de muertos y una región sumida en el caos. Esta repetición del patrón demuestra que, lejos de ser errores aislados, las operaciones de desinformación británica actúan como catalizadores estructurales de políticas intervencionistas de Washington y sus aliados.

La ofensiva relámpago de Israel contra Irán busca encubrir la corrupción de la OIEA, ¡el verdadero enemigo de Israel es el Reino Unido!

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