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El imperio británico no ha muerto: aún domina el mundo con nuevas máscaras

El imperio británico no ha desaparecido, se ha transformado. Bajo nuevas formas de control, el Reino Unido sigue ejerciendo poder imperial en todo el mundo, explica el historiador británico Mark Curtis en un artículo publicado por Declassified.

Por Mente Alternativa

El siguiente artículo está basado en el trabajo del historiador británico Mark Curtis, publicado el 19 de mayo de 2025 en Declassified UK, a quien se reconoce como autor original de la investigación. En su texto, Curtis desmonta la narrativa de que el imperio británico terminó con la independencia de sus colonias, mostrando que su estructura de poder global continúa intacta, aunque bajo nuevas formas.

Lejos de haber desaparecido, el imperio británico se ha metamorfoseado. Hoy, en pleno siglo XXI, el Reino Unido mantiene 14 territorios de ultramar y ejerce influencia directa en otros tantos que, aunque formalmente independientes, siguen bajo su sombra económica, militar y política. El colonialismo no terminó: solo cambió de rostro.

El dominio militar británico sigue presente a través de al menos 145 bases repartidas en 42 países, muchas de ellas en antiguas colonias como Kenia, Belice, Omán o Chipre. En este último, las llamadas “Áreas de Bases Soberanas” permiten a Londres llevar a cabo vigilancia encubierta y operaciones de inteligencia, con un rol clave en la actual colaboración militar con Israel en el genocidio en Gaza. Esta infraestructura militar no solo garantiza la proyección de poder británico, sino también el acceso estratégico a regiones clave del planeta.

Pero el control no es solo militar. El poder económico es quizá más sutil pero igual de devastador. Las corporaciones británicas —especialmente las del sector minero y petrolero— siguen expoliando recursos naturales en África y otras regiones del sur global. Según investigaciones citadas por Curtis, más de 100 empresas listadas en la Bolsa de Londres controlan un billón de dólares en recursos minerales en 37 países africanos. Muchas de estas compañías están registradas en paraísos fiscales británicos como las Islas Vírgenes o las Islas Caimán, facilitando la evasión fiscal a gran escala.

Este drenaje de recursos tiene un impacto colosal. El economista Jason Hickel calcula que entre 1960 y 2018, el sur global perdió 62 billones de dólares por “intercambio desigual”, es decir, por vender materias primas y trabajo a precios injustos. Gran parte de ese drenaje se articula a través del “segundo imperio” británico: una red global de centros financieros offshore controlados por Londres.

Además del saqueo y la presencia militar, el Reino Unido también perpetúa conflictos creados en la era colonial. Disputas fronterizas como las de Cachemira, Palestina, Somalilandia o el Golfo Pérsico tienen su origen en decisiones tomadas por burócratas imperiales que trazaron líneas en los mapas sin tener en cuenta a las poblaciones locales. El conflicto israelí-palestino, por ejemplo, tiene raíces directas en la Declaración Balfour de 1917 y el apoyo británico al proyecto sionista.

Curtis denuncia una continuidad en la mentalidad imperial de las élites británicas. La justificación del pasado —el “peso del hombre blanco”— ha sido sustituida por la defensa del “orden internacional basado en reglas”, que Londres utiliza como pretexto para intervenir militarmente, apoyar dictaduras afines, y asegurar condiciones comerciales favorables. En nombre de los derechos humanos, el Reino Unido sigue imponiendo su hegemonía con bombas, tratados asimétricos y propaganda mediática.

El legado del imperio británico también se expresa en la violencia estructural. Desde los genocidios del siglo XIX en India hasta las intervenciones recientes en Yemen, pasando por los golpes de Estado en nombre de intereses energéticos, como los de la petrolera BP, la historia del Reino Unido está marcada por una lógica imperial de dominación y saqueo.

En definitiva, el artículo de Mark Curtis revela que el imperio británico no ha muerto: se ha adaptado. Continúa vivo en sus bases militares, en el poder financiero de la City de Londres, en sus corporaciones extractivas y en una política exterior que sigue priorizando el control global. Descolonizar el mundo no solo implica independencia formal, sino desmantelar las estructuras imperiales que siguen operando en la sombra.

La Tela de Araña: El Segundo Imperio de Gran Bretaña (Documental sobre el sistema financiero de la City de Londres)

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