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El hemisferio derecho del cerebro y el pensamiento sintético / divergente

El hemisferio derecho del cerebro es poco convencional y emplea un estilo de pensamiento muy diferente al izquierdo divergente.

El hemisferio derecho del cerebro emplea un estilo de pensamiento muy diferente al izquierdo divergente, creando una variedad y cantidad de ideas nuevas, más allá de los patrones convencionales. En pocas palabras, afirma el catedrático Carlos Delfino, utilizando el hemisferio derecho mediante la meditación —algo muy olvidado por los sistemas educativos— se logran resultados mucho más concretos que en la educación tradicional.

 

Lo que se destaca en la figura de arriba, además de los dos hemisferios, es el sistema límbico que, como vemos, se distribuye entre los dos:

“El sistema límbico es un conjunto de estructuras del encéfalo con límites difusos que están especialmente conectadas entre sí y cuya función tiene que ver con la aparición de los estados emocionales o con aquello que puede entenderse por ‘instintos’, si usamos este concepto en su sentido más amplio. El miedo, la felicidad o la rabia, así como todos los estados emocionales llenos de matices, tienen su principal base neurológica en esta red de neuronas.” (1)

La gran diferencia entre los hemisferios cerebrales no es anatómica sino operativa, y desde el punto de vista cognitivo es muy distinta, aunque, como habitualmente afirmamos, siempre predomina el gigantesco inconsciente.

Esto los saben muy bien los diseñadores que se dedican a la propaganda de productos o servicios. Es en el inconsciente donde queda la “marca” de lo que ellos quieren vender, hacernos creer o imponer.

De todos modos, el hemisferio derecho emplea un estilo de pensamiento muy diferente al izquierdo divergente, creando una variedad y cantidad de ideas nuevas, más allá de los patrones convencionales.

El el hemisferio derecho aprende del todo a la parte. Para entender las partes necesita partir de la imagen global. No analiza la información, la sintetiza. Es relacional, no le preocupan las partes en sí, sino saber cómo encajan y se relacionan unas partes con otras.

Esto no es muy conocido en el ambiente académico, donde solo se analiza y se pone un nombre a las partes. La diferencia entre saber nombrar algo y saber usar algo es enorme. Le llegó el momento al pensamiento sintético / divergente. Durante toda la historia del pensamiento humano se utilizó el pensamiento analítico / convergente.

Richard Feynman (2) usó el siguiente ejemplo par ilustrar su afirmación de que nadie entiende la mecánica cuántica:

“¿Ves ese pájaro? Es un petirrojo, pero en portugués es un pisco-de-peito-ruivo, en inglés es un European Robin, en alemán es un Rotkehlchen, etcétera. Ahora, Tú sabes en todos los idiomas que quieras el nombre de ese pájaro, pero cuando hayas terminado con ello, en realidad no sabrás absolutamente nada sobre ese pájaro. Simplemente sabrás algo sobre personas en distintos lugares y cómo llaman ellos al pájaro. Ahora, miremos atentamente a ese pájaro y aprendamos algo de él”.

Y así sucede en todas las áreas del conocimiento. Las personas mencionan nombres de científicos y de estudios famosos y creen saber algo. Son expertos que no entienden nada, pero tratan de convencer que saben todo. El fraude existe hasta en la exposición del presunto conocimiento, y hay quienes viven de eso. No solucionan nada, ¡pero cómo saben!

La simple observación nos muestra el enorme resultado destructivo de la falacia de NOMBRAR vs. SABER, a un grado tal que en este momento la mayor probabilidad es, según David Bohm, la extinción de la raza humana como especie.

Así lo predijo David Bohm en los años 1980s. Y nadie hizo caso, pues muy pocos saben hacer lo opuesto. Bohm solo aceptaba el análisis para comunicar algo con palabras, una gran limitación, pues analizar (cortar en pedazos) concluye en la inevitable muerte del objeto de estudio y en la pérdida de todo sentido.

Cualquier cosa separada del resto y cortada en pedazos carece de cualquier significado que tenga alguna importancia para la humanidad, ya sea un perro, un gato, un árbol, la sociedad con todas sus locuras, el macro mundo del cosmos o el micro mundo de las partículas subatómicas.

Al intentar medir no solo se perturba la realidad a escala de Planck, se la perturba a toda escala y la realidad se despedaza, se separan las partes y sobreviene una muerte no común, una muerte inútil y carente de cualquier significado relevante, una muerte aburrida diría Feynman.

Por esto, John Hagelin se dedicó a cosas realmente prácticas y con resultados visibles. No solo logró disminuir la delincuencia y violencia de la ciudad de Washington D.C. en un 25 por ciento mediante grupos de personas meditando. También realizó estudios con sus alumnos, los puso a meditar durante tres meses, pero antes midió el coeficiente intelectual (IQ) y la madurez. (3)

A los tres meses de meditar todos los días, volvió a medir las mismas variables en sus alumnos y ambos indicadores habían subido de manera muy significativa. La conclusión es que la meditación aumenta el conocido coeficiente intelectual, así como la inteligencia emocional, bajo el nombre de madurez.

En pocas palabras, utilizando el hemisferio derecho mediante la meditación —algo muy olvidado por los sistemas educativos, tal vez a propósito— se logran resultados mucho más concretos que en la educación tradicional.

En el mundo del arte es muy común hablar de creatividad. Pero a los artistas muchas veces no les gustan las definiciones e inclusive hay algunos que piensan que se ha sobredimensionado este concepto.

Los artistas generalmente prefieren crear para entender y hacer en vez de hablar. Conocen muy bien la diferencia entre hacer cosas y nombrar cosas. El desarrollo del arte a través de potenciar el hemisferio derecho como un paso anterior al famoso vivir desde la conciencia es la esperanza de un cambio en esta humanidad.

No sabemos cuál será el tipo de resultado y qué cosas debemos cambiar, pero lo haremos y —al menos— podremos decir que desarrollamos esa intención. Sabemos que los cambios se manifestarán por sí mismos —y no por arte de magia— pues así funciona esta realidad.

 

Notas

(1). Revista electrónica: Psicología y Mente – https://psicologiaymente.com/neurociencias/sistema-limbico-cerebro.

(2). Richard Feynman. El físico teórico del Instituto Tecnológico de Massachusetts y la Universidad de Princeton, ganador del premio Nobel en 1965, es conocido sobre todo por su trabajo en mecánica y electrodinámica cuánticas, por formular los principios de la nanotecnología, por su participación en el Proyecto Manhattan y en la Comisión Rogers, encargada de esclarecer el desastre del transbordador espacial Challenger en 1986 y por su obra como divulgador de su área.

(3). John Hagelin: Doctor en física por la Universidad de Harvard, Hagelin ha participado como investigador en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN), así como en el Stanford Linear Accelerator Center (SLAC). Actualmente preside la Fundación David Lynch y es una de las figuras más prominentes en torno a la meditación trascendental.

 

Fuente:

Carlos Enrique Delfino / Vida Coherente — El hemisferio derecho del cerebro.

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