Por Dmitri Evstafiev
Se ha vuelto cada vez más obvio que, al tomar decisiones estratégicas, las autoridades estadounidenses no se guían por los intereses y procedimientos de su país, sino por tareas delegadas para mantener el dominio de sus clanes. En ese sentido, diversas fuentes de análisis advierten que podría haber fuerzas en Estados Unidos que, para su supervivencia política, estén dispuestas a precipitar un choque militar (posiblemente nuclear) con Rusia o Irán, y en el futuro, con China, aunque por ahora se contienen.
Se manifiestan dudas sobre la capacidad del control sobre las armas nucleares estadounidenses, incluso se alude a estados psicoemocionales de pánico entre algunas de las caras visibles de esos clanes, y a que el mundo ya no es capaz de comprender los mecanismos para la toma de decisiones en el ámbito nuclear estratégico en los Estados Unidos. Se ha admitido que los famosos “códigos de acceso” están en manos de personas al azar. Y éste no es el primer momento. En el pasado, el jefe del Estado Mayor Conjunto, general Mark Milley, en una conversación telefónica con su homólogo chino, declaró que estaba dispuesto a no ejecutar la orden de Donald Trump de lanzar un ataque nuclear contra China.
Finalmente, resulta evidente que el mundo euroatlántico empieza a sentir una incertidumbre cada vez mayor respecto a su seguridad militar, aunque formalmente se la proporcione Estados Unidos. Y este tal vez es el punto estratégicamente más importante: El cumplimiento de estas garantías comienza a depender no sólo del humor político en la Casa Blanca, sino también del equilibrio de sentimientos entre los clanes de Washington. Y esto atestigua, sobre todo, la profundidad de la crisis del globalismo, donde las garantías político-militares de Estados Unidos fueron uno de los elementos más importantes.
Por todo lo anterior, la única receta para explicar “insinuaciones” que parecen lejos de ser puramente insinuaciones puede ser la máxima apertura de la política estadounidense en el ámbito nuclear. Si la respuesta a todas las preguntas es el silencio o la inarticulación, como en el espíritu de las últimas semanas, entonces las dudas sobre la controlabilidad de la situación nuclear en Estados Unidos no harán más que intensificarse.