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El arquetipo de los grandes sistemas que se degradan y colapsan ante el aumento de la entropía y la tozudez de sus élites es una recurrencia histórica

Por Andrei Fursov

En la coyuntura actual, la élite percibe su salvación en la creación de un mundo cerrado y regido bajo el mismo sistema. No obstante, como sabemos, en cualquier sistema cerrado la entropía tiende a aumentar, lo que inevitablemente conduce a su degradación. Esto significa que, en algún momento, la humanidad deberá enfrentar el desafío de “renovar el intelecto y la sangre”. De lo contrario, en cuatro o cinco generaciones, la degeneración será irreversible.

Además, existen diversas formas de romper cualquier sistema. Imaginemos, por ejemplo, un muro electromagnético; incluso frente a este surgirán artesanos o ciberterroristas capaces de perforarlo. En realidad, estos sistemas suelen ser muy vulnerables: basta con asestar un golpe en el punto adecuado para paralizarlos por completo. Ni los ejércitos mercenarios ni las fuerzas policiales podrán evitarlo. La historia nos ofrece una analogía familiar: los bárbaros conquistando Roma.

El pensador árabe del siglo XIV Ibn Jaldún también describió el desarrollo de los acontecimientos. Según él, cualquier dinastía gobernante o cualquier sociedad en el mundo árabe-musulmán pasa por cuatro etapas de su existencia. Comienza con los beduinos del desierto llegando a la ciudad y conquistándola. Esta es la primera generación: toma el poder apoderándose de él. Luego el segundo desarrolla y consolida lo que fue apropiado por los padres. La tercera generación comienza a dormirse en los laureles, pero al mismo tiempo invierte en el desarrollo del arte. La cuarta generación engorda y se degrada, después de lo cual los beduinos vuelven del desierto, masacran a los degenerados y todo vuelve a empezar.

Así que Roma, pisoteada por los bárbaros, ni siquiera es un modelo romano, sino la matriz de todos los grandes sistemas en los que hay demasiado humano y que no saben cómo resolver los problemas de la entropía. Incluso la valiente Esparta fue incapaz de resistir, y finalmente degeneró.

En la Europa moderna, los rasgos de degeneración son evidentes a través de la crisis del cristianismo y de la cultura europea en su conjunto, así como en la disminución de la población blanca—un tema que a muchos europeos les resulta incómodo y políticamente incorrecto discutir. Este grupo poblacional está en declive, no solo en Europa, sino también en Estados Unidos y otras regiones donde antes predominaba. Sin embargo, parece que a pocos les preocupa: el mundo se muestra más interesado en la preservación de tribus indígenas en la selva entre Brasil y Colombia, o en la conservación de especies raras de arañas en África Central.

 

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