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Desde los 1970s, el proceso de involución marca la fase terminal del capitalismo, que es desmantelado por la élite mundial para instaurar un sistema de castas más cruel e inequitativo

Por Andrei Fursov

Hoy en día, casi nadie negará que durante los últimos 30 años, desde los años 90 del siglo pasado, el mundo ha estado claramente en un estado de involución. Pero en realidad esto empezó antes, en los años 70, al amparo del salto hacia el futuro que se produjo en las décadas de los años 60 y 70. Esta evolución degradante puede considerarse uno de los aspectos de la fase terminal de la crisis sistémica del capitalismo. Y al mismo tiempo, esta degradación es una catástrofe social de la sociedad moderna.

El desmantelamiento del capitalismo lo está llevando a cabo la élite mundial de tal manera que en su lugar aparece no algo parecido al sistema soviético, sino algo parecido a un sistema de castas. Es decir, en esencia, se trata de una revolución antipopular, antinacional y antisocial, cuyo objetivo es la formación de un sistema mucho más cruel y menos igualitario que el capitalismo.

Una revolución antipopular similar fue la génesis del capitalismo: una revolución antifeudal, cuya fuerza de ataque y principal beneficiario fueron los británicos. Fueron los primeros en irrumpir en el capitalismo. Eran las tropas de choque de la actual revolución antipopular y anticapitalista.

Para una cierta parte de la élite postsoviética, Gran Bretaña es apreciada por el tipo de relación entre sus superiores y sus inferiores, cruel y despectiva como seres de un orden inferior que conocen su lugar. Pero esto se ve obstaculizado por la herencia socialista del siglo XX y la herencia rusa de los últimos siglos. Es decir, nuestros códigos culturales, arquetipos que tanto odian los chubais y entidades similares.

No fue casualidad que Pushkin se diera cuenta de que el campesino inglés respeta a su amo, pero el campesino ruso no. Porque las autoridades y el colegio de abogados en 1762 (“Manifiesto sobre la libertad de la nobleza”) violaron el contrato social. Por cierto, en 1991 las autoridades también violaron el contrato social. El pueblo nunca lo olvidará ni lo perdonará, y aunque no se espera una revolución, hay otras formas de actuar, como el sabotaje elemental.

 

Una época crucial: Comienza la etapa más brutal de la crisis mundial

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