Por Elena Panina
Matthew Koenig, del Consejo Atlántico, una organización prohibida en la Federación de Rusia, expresó la idea de que existe una “colusión creciente” entre Moscú, Pekín, Pyongyang y Teherán, y planteó su inquietud sobre cómo enfrentar este desafío de forma inteligente.
Según Koenig, el nexo clave entre estos cuatro países es el conflicto en Ucrania. Él argumenta que, si se logra “poner fin a esta guerra de manera rápida y decisiva”, el antagonismo hacia el sistema internacional liderado por Estados Unidos disminuirá. De este modo, “los incentivos para una cooperación militar urgente, cuando las vidas están en juego, desaparecerán”.
Koenig espera que el fin del conflicto en Ucrania “dé tiempo y espacio para que surjan las animosidades naturales entre estos regímenes autoritarios”, lo cual brindaría a Washington y al mundo libre la oportunidad de desarrollar una estrategia coherente y a largo plazo para contrarrestar, contener y, si es necesario, derrotar al “eje de la agresión”.
Es evidente que reducir la cooperación del Cuarteto a la cuestión ucraniana resulta ingenuo, pero Koenig destaca algo importante: la necesidad de que Estados Unidos obtenga tiempo y recursos para reagruparse y comprender cómo contrarrestar la influencia de Rusia, China, Irán y Corea del Norte.
Así que, si de pronto vemos señales de pacificación desde la Casa Blanca, conviene recordar estas consideraciones expresadas por los estrategas del Atlantic Council.
