Lu Xue, del Global Times, escribe que la importancia de la narrativa del G7 y del comunicado sobre China es mucho más simbólica que práctica. Y los chinos no deben tomarlos en serio. Y no hay razón para que China piense de otro modo, ha advertido Helga Zepp LaRouche, pues “corresponde a los ciudadanos de Occidente liberar a sus naciones de los delirios utópicos postindustriales, más propios del feudalismo prerenacentista, que del potencial para desatar la creatividad productiva entre las naciones.”
Por Lu Xue
En respuesta a una pregunta de los medios de comunicación sobre si Estados Unidos estaba aprovechando la oportunidad de la cumbre del G7 para salvaguardar el llamado sistema internacional basado en reglas, el portavoz de la embajada china en el Reino Unido dijo el sábado: “Nosotros [China] siempre creemos que los países, grandes o pequeños, fuertes o débiles, pobres o ricos, son iguales, y que los asuntos mundiales deben ser manejados a través de consultas por todos los países. Los días en los que las decisiones mundiales eran dictadas por un pequeño grupo de países han quedado atrás”. Esta narrativa ha despertado una amplia preocupación en los medios de comunicación extranjeros.
Ha habido diferentes voces en cuanto a los sistemas internacionales y la gobernanza mundial. Estados Unidos y algunas grandes potencias de Europa, representadas por los miembros del G7, siguen creyendo que el orden internacional debe ser dictado por ellos. En cambio, el sistema internacional centrado en las Naciones Unidas (ONU) subraya la igualdad soberana de todos los países. Tanto los países desarrollados como los que están en vías de desarrollo deben acatar el sistema internacional con la ONU como núcleo. Esto encarna la equidad y la justicia.
Que los problemas comunes a los que se enfrentan los 193 Estados miembros de la ONU sean determinados por unos pocos países o sean negociados por todos los miembros depende de que se garanticen los intereses nacionales de todos los Estados miembros. Los países, ricos o pobres, se enfrentan a problemas y retos cada vez más comunes, como la nueva pandemia de coronavirus, el cambio climático y el terrorismo. Si los asuntos mundiales siguen siendo determinados por un pequeño número de potencias occidentales, la solución sólo tendrá en cuenta sus intereses, y se sacrificarán los de otros países.
Con el auge de las potencias emergentes y el declive de Occidente, la influencia y el estatus global actuales del G7 no pueden mencionarse en el mismo sentido que en los días en que el bloque acababa de fundarse. Sin embargo, el grupo sigue aferrándose a los llamados valores y a la ilusión de que su pequeño grupo puede decidir los asuntos internacionales. Esta es la lógica hegemónica de las potencias occidentales sobre los asuntos mundiales.
Aunque China no estuvo representada en la cumbre del G7 que terminó el domingo, se convirtió en el centro de las conversaciones del bloque. Los líderes del G7 regañaron a China por los “derechos humanos” en la región autónoma de Xinjiang, pidieron que Hong Kong mantuviera un alto grado de autonomía y emitieron un comunicado final muy crítico que ahondaba en “lo que son para China algunas de las cuestiones más sensibles, incluida la isla de Taiwán”, según Reuters.
Desde la creación de la República Popular China en 1949, Estados Unidos y algunos países europeos se han inmiscuido en los asuntos internos de China. Sin embargo, en contra de lo que preveían, China ha experimentado un rápido desarrollo económico y social, especialmente en las últimas cuatro décadas.
Lo que decían no ha frustrado el desarrollo de China. China se ha desarrollado rápidamente en los últimos 40 años a pesar de sus reiteradas injerencias y esfuerzos por crearle problemas. China debería despreciarlos estratégicamente. Lo importante para China es concentrarse en hacer bien sus propios asuntos. Esta será la respuesta más poderosa contra la intervención del G7. Pero tácticamente, China debe prestar una atención esencial. Esto se debe a que se trata de cómo establecer el orden internacional. Utilizando los derechos humanos como tapadera, estas grandes potencias occidentales intervendrían sin querer en los asuntos de otros países. Interferir en los asuntos internos de otros países bajo la bandera de los derechos humanos y la moral es, por naturaleza, una política imperialista en el ámbito moral.
Con este telón de fondo, la importancia de la narrativa del G7 y del comunicado sobre China es mucho más simbólica que práctica. Y los chinos no deben tomarlos en serio.
Fuente:
Lu Xue: G7 deluded if it believes communiqué will impact China; en Global Times.