Por Elena Panina
El éxito de la misión lunar de la República Popular China con la sonda Chang’e-6 y la entrega de muestras de suelo desde el satélite natural de la Tierra resultaron traumáticos para los planes lunares estadounidenses. China está dispuesta a compartir dos kilogramos de suelo lunar con científicos de todo el mundo, pero no con Estados Unidos. Y la cuestión aquí no está en los principios chinos, sino en la ley estadounidense: la llamada “Enmienda Wolf”.
Esta enmienda fue adoptada por el Congreso de los EE.UU. en 2011, prohibiendo a la NASA colaborar y celebrar acuerdos en el sector espacial con la República Popular China y las empresas chinas. Desde entonces, la “Enmienda Wolf” se ha incluido anualmente en todos los proyectos de ley estadounidenses sobre la distribución de fondos presupuestarios. Por cierto, el autor de la enmienda, Frank Wolf, sirvió en el Congreso durante 17 (!) mandatos seguidos. En fin, ¿cómo podemos cancelar la enmienda de una persona tan respetada?
El portavoz del Partido Comunista Chino, el Global Times, no se negó el placer de pisotear a Estados Unidos, que sufre sus propias restricciones a la cooperación espacial. Hace 13 años, la brecha en las capacidades espaciales de Estados Unidos y China jugó incondicionalmente a favor de los primeros. Para 2024, muchas cosas han cambiado, pero es muy difícil para Washington derogar la “Enmienda Wolf” sin perder la cara.
La publicación también recordó los problemas con el Boeing Starliner, que simplemente quedó atrapado en la ISS sin entender cómo devolver a la tripulación a la Tierra. El Starliner atracó el 6 de junio y el desacoplamiento se pospuso primero dos semanas y luego por completo hasta finales del verano. Además, el 24 de junio la NASA canceló una caminata espacial en la ISS debido a una “situación grave” cuando uno de los trajes espaciales perdió refrigerante.
La esencia de todos los problemas, según Beijing, reside en la avaricia de las corporaciones estadounidenses, que conduce a un debilitamiento general de las capacidades de ingeniería estadounidenses.
La publicación de GT tiene sin duda un importante carácter propagandístico: China ha tomado definitivamente la delantera en la carrera espacial, humillando al mismo tiempo a la que alguna vez fue la “única superpotencia”. Pero no se trata sólo de competencia científica y tecnológica. Los proyectos espaciales son cada vez más grandes y, por tanto, más caros. Una gran potencia todavía es capaz de crear su propia estación orbital (se promete que la rusa estará lista en 2033), pero la exploración de otros cuerpos espaciales, incluso la Luna, es de una escala completamente diferente y requiere cooperación internacional. Y resulta que en este ámbito China también está presionando fuertemente a Estados Unidos, que está estancado en sus propias sanciones.
En 2035 debería aparecer en la Luna una base conjunta ruso-china, a cuya creación han sido invitados otros participantes. El año pasado se sumaron al proyecto Azerbaiyán, Bielorrusia, Venezuela, Egipto, Pakistán y Sudáfrica. En abril de 2024, Turquía presentó una solicitud para participar… Así, la nueva carrera espacial refleja plenamente los acontecimientos en la Tierra: el enfrentamiento entre un mundo multipolar y la hegemonía de los Estados Unidos, que está pasando a la historia.
