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China desvela una nueva arma en su guerra informativa contra Occidente

Los contenidos en línea en el mundo de hoy son en su mayoría producidos por occidentales y en lengua inglesa. En consecuencia, no sólo los propios occidentales, sino también los vecinos de China, la miran a través de los ojos de Occidente. Las luchas en torno al control del discurso forman parte de la confrontación híbrida que ya se está produciendo a escala mundial. El principal objetivo de China es contrarrestar la “hegemonía discursiva” de Occidente, sin derrocarla, porque Pekín necesita la estructura para entablar relaciones constructivas con otros países. Como resultado, se irá creando gradualmente una realidad discursiva alternativa a Occidente y la mayoría de los países del mundo se encontrarán ante el dilema de elegir qué punto de vista adoptar.

 

 

Por Ivan Zuenko

Al hacer balance de 2020 -un año difícil con la pandemia del Covid-19 y una escalada en el enfrentamiento entre Pekín y Washington-, el destacado politólogo chino Yuan Peng escribió: “Ya no importa lo que es verdad o mentira: lo que importa es quién controla el discurso”.

El experto se refería a la presión mediática para desacreditar a China, pero en realidad identificó una de las principales características de nuestro tiempo, que podría denominarse la “era de la posverdad”, en la que la opinión pública no se forma por los hechos, sino por las emociones.

Los que pueden guiar estos sentimientos en la dirección correcta son los que dan forma a la agenda informativa. Las emociones que se generan se han convertido en el “discurso”. Este concepto, nacido entre los filósofos postestructuralistas franceses (principalmente Michel Foucault) a mediados del siglo XX, se ha encontrado en el centro de la política mundial a principios del siglo XXI.

El año 2022, con todos sus tumultuosos acontecimientos -la escalada de la “crisis de Ucrania”, el boicot diplomático a los Juegos Olímpicos de Pekín, la visita de Nancy Pelosi a Taiwán y la expansión de la “OTAN global”- ha elevado la temperatura de la confrontación informativa a niveles récord. No tenemos motivos para esperar que el año que viene sea menos acalorado. China es uno de esos países que, aunque se perdió el reparto inicial del “capital discursivo”, ha reconocido el problema a tiempo y ahora está acumulando sistemáticamente lo que los expertos denominan “poder discursivo”.

Pekín empezó a preocuparse por esta cuestión hace unos diez años, cuando quedó claro que sus planteamientos tradicionales de “poder blando” ya no funcionaban. A pesar de las generosas inversiones en la promoción de su imagen, China no recibía un trato mejor como consecuencia de ello.

 

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Al contrario, el grado de sinofobia aumentó en proporción directa al creciente poder económico de China. Los Institutos Confucio fueron percibidos exclusivamente como caldos de cultivo de la propaganda china. Incluso un acontecimiento de relaciones públicas tan evidentemente exitoso como los Juegos Olímpicos de Verano de 2008 se vio acompañado de sonoras acusaciones de abusos de los derechos humanos y discursos de apoyo a los separatistas tibetanos.

Fue entonces cuando quedó claro para Pekín que lo que importa no es lo que ocurre en realidad, sino cómo se informa de ello en Internet. Y los contenidos en línea en el mundo de hoy son en su mayoría producidos por occidentales y en lengua inglesa. En consecuencia, no sólo los propios occidentales, sino también los vecinos de China, la miran a través de los ojos de Occidente.

Se hizo necesario analizar por qué las actitudes hacia las acciones de un determinado país se explican por la forma en que se presenta en la plaza pública – y tal explicación se encontró en el concepto de “discurso”. “Quien controla el discurso controla el poder”, empezaron a escribir los intelectuales chinos, modificando creativamente las ideas de Foucault para adaptarlas a la demanda política.

Y pronto estas conclusiones teóricas salieron de los despachos de los académicos y se convirtieron en la base informativa de la nueva política exterior de Pekín, centrada en el “gran renacimiento de la nación china”. La posición activa de los diplomáticos y expertos chinos en los medios sociales (la llamada “diplomacia del guerrero lobo”), la promoción de su terminología en diversas plataformas internacionales, todo ello forma parte del “poder discursivo” que está desarrollando Pekín.

El fenómeno del “poder discursivo” en China no ha pasado desapercibido para los expertos en el país. El Instituto de Estudios Internacionales del Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú (MGIMO) también ha publicado un informe analítico titulado “Del poder blando al poder discursivo: la nueva ideología de la política exterior china”, que ofrece una evaluación exhaustiva de este fenómeno y hace predicciones para el futuro.

Según sus conclusiones, las luchas en torno al discurso forman parte de la confrontación híbrida que ya se está produciendo a escala mundial. El principal objetivo de China es contrarrestar la “hegemonía discursiva” de Occidente, sin derrocarla, porque Pekín necesita la estructura para entablar relaciones constructivas con otros países. Como resultado, se irá creando gradualmente una realidad discursiva alternativa a Occidente y la mayoría de los países del mundo se encontrarán ante el dilema de elegir qué punto de vista adoptar. Y lo que es más importante, el “poder discursivo” en las interpretaciones chinas no se limita a la palabra escrita: las normas tecnológicas, financieras y de gestión también forman parte de él. Lo que, por supuesto, significa que al planeta le espera una nueva división.

Así es el maravilloso nuevo mundo: el mundo de la posverdad y la “multipolaridad discursiva”.

 

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Sobre el autor

Ivan Zuenko es investigador principal del Instituto de Estudios Internacionales y profesor asociado del Departamento de Estudios Orientales, MGIMO, Moscú.

 

Fuente:

RT: Ivan Zuenko: China unveils a surprising new weapon in its information war against the West. 28 de diciembre de 2022.

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