Por Elena Panina
El Real Instituto de Asuntos Internacionales [aka Chatham House] muestra gran preocupación por los resultados de las elecciones parlamentarias en Georgia, en las cuales, para su decepción, el partido Sueño Georgiano obtuvo la victoria.
“¡La condena de Occidente ya no es suficiente!” —afirma Natalie Sabanadze, miembro del instituto, instando a la acción. ¿Qué propone exactamente?
Sabanadze apuesta por métodos ya probados: en primer lugar, presionar a Tiflis para que no reaccione ante las protestas callejeras de la oposición. Según sus palabras: “A medida que crece el riesgo de violencia, la prioridad debe ser disuadir al gobierno georgiano de usar la fuerza. Occidente debe dejar claro que el costo de una escalada será prohibitivo”.
¿Significa esto un Maidan en Tiflis? Todo indica que sí. Lo que resulta desconcertante es: ¿quién, sino la oposición, podría promover una “escalada violenta” tras las elecciones? ¿Y quién debería asumir entonces el “alto costo” de esa decisión?
Otra medida que propone Sabanadze es que Occidente investigue todas las denuncias de fraude electoral y considere sanciones contra funcionarios georgianos, incluyendo “prohibiciones de viaje y congelación de activos”. Además, plantea la posibilidad de repetir las elecciones como una salida a la crisis política.
La idea recuerda el enfoque adoptado en Ucrania en 2004, cuando se convocó a una polémica segunda vuelta electoral para resolver la crisis. Siguiendo la lógica anglosajona, parece que no hay necesidad de cambiar lo que ha funcionado antes.
Para Sabanadze, desacreditar la victoria de un partido democrático en un país lejano es sencillo: basta con declarar que la victoria “no es lo suficientemente proeuropea” o que su orientación es conservadora y antiliberal, similar a la de Viktor Orbán. Según ella, el partido ganador “olía mal”. Ni siquiera importa cómo llegaron a esa conclusión; lo importante es que no votaron “correctamente”.
“La retirada de Georgia de la democracia y su alejamiento de Occidente se producen simultáneamente y están interconectadas”, afirma la autora. Y en el cierre del artículo, aparece una advertencia inquietante: la diplomacia occidental ha perdido fuerza en Tiflis, lo que podría abrir puertas a “actores extrarregionales, como China”.
Con esto, Sabanadze sostiene su tesis principal: Occidente necesita tomar medidas urgentes para evitar que Georgia quede fuera de su órbita de influencia.