Por Mente Alternativa
En un artículo reciente publicado en Declassified, el periodista Adam Ramsay expone cómo el neocolonialismo británico sigue vivo en Brunei, un diminuto pero estratégico sultanato del sudeste asiático. A pesar de haber obtenido su independencia formal en 1984, Brunei permanece bajo fuerte influencia británica, tanto política como militar y económica, con la petrolera Shell como eje central de esta relación asimétrica. Esta situación evidencia un modelo de dominación neocolonial que desafía cualquier pretensión de soberanía real por parte del país asiático.
La historia reciente de Brunei comienza con una insurrección fallida en 1962, promovida por el Partido Popular de Brunei, que buscaba una república independiente. El Reino Unido, en respuesta al llamado del sultán, envió tropas para sofocar la revuelta, priorizando la defensa de sus intereses petroleros, en particular los de la ciudad de Seria, corazón energético del país. Desde entonces, Londres mantiene una guarnición permanente en Brunei, compuesta por Gurkhas nepaleses, que también sirven como guardias personales del sultán.
El actual monarca, Hassanal Bolkiah, ejerce un poder absoluto: no hay elecciones, ni prensa libre, y las libertades civiles son prácticamente inexistentes. Aun así, el Reino Unido respalda su régimen, justificado por intereses económicos y geoestratégicos. El caso de Brunei demuestra que el neocolonialismo británico no requiere de gobernadores coloniales ni administraciones imperiales; basta con un dictador amigo, respaldado por bayonetas extranjeras y una empresa transnacional como Shell.
Brunei Shell Petroleum, controlada a partes iguales por el Estado y la multinacional angloholandesa, genera el 75% de los ingresos públicos del país. Esta simbiosis convierte al sultán en un intermediario riquísimo, que permite que Shell siga extrayendo petróleo sin mayores obstáculos. De los 222.000 trabajadores del país, al menos 24.000 están vinculados directa o indirectamente a Shell. Además, uno de cada 200 habitantes es un soldado británico, evidenciando el peso de la presencia extranjera en este pequeño Estado.
El neocolonialismo británico en Brunei no sólo garantiza el flujo de hidrocarburos, sino que también asegura una fuente de ingresos colateral para el Reino Unido: el sultán y su familia han gastado miles de millones de libras en propiedades y bienes de lujo en el país europeo, incluyendo una colección descomunal de Rolls Royce. Mientras tanto, Shell, principal beneficiaria de esta alianza, ha evitado pagar impuestos en el Reino Unido durante cinco años consecutivos hasta 2023.
Lo que Ramsay denuncia es una relación profundamente desigual, donde una potencia excolonial sostiene una dictadura feudal en nombre de intereses energéticos y geopolíticos. El neocolonialismo británico en Brunei no es un vestigio del pasado, sino una maquinaria operativa y funcional en pleno siglo XXI, que demuestra cómo el colonialismo ha mutado, pero no desaparecido. Hoy, bajo el disfraz de cooperación y defensa estratégica, se perpetúa la explotación de un país convertido en enclave energético al servicio de Occidente.
