Por Leonid Savin
La semana pasada tuvieron lugar en Serbia dos acontecimientos radicalmente opuestos. Serbia celebró de forma inconexa el 25 aniversario de la Marcha a Pristina, operación en la que participaron de paracaidistas rusos para capturar el aeródromo de Slatina en Pristina. Los medios de comunicación rusos cubrieron este acontecimiento ampliamente.
Y la parte no controlada por Belgrado, conocida como la autoproclamada República de Kosovo, se mantuvo vergonzosamente en silencio. Sin embargo, la entrada de las tropas de la OTAN en el territorio se celebró a bombo y platillo (por cierto, estas mismas tropas no pudieron impedir en modo alguno la entrada de una columna de blindados rusos en el aeródromo).
También llegaron a Pristina numerosos invitados extranjeros. Entre ellos, el maltrecho ex Primer Ministro británico y criminal de guerra Tony Blair, que se pronunció en apoyo de los separatistas.
El ex Presidente estadounidense Bill Clinton, en un mensaje en X (antes Twitter), destacó que “hace 25 años, Estados Unidos lideró a los aliados de la OTAN en una campaña aérea que expulsó con éxito a las fuerzas serbias, poniendo fin a una década de represión y a una brutal campaña de limpieza étnica y poniendo fin a la guerra en Kosovo.
Hoy doy las gracias por los 25 años de paz en Kosovo. Pero llama la atención la escandalosa manipulación sin escrúpulos de los hechos sobre una década de represión que nunca se produjo. Clinton, por supuesto, no mencionó en ningún momento el apoyo de los servicios especiales estadounidenses a los terroristas del Ejército de Liberación de Kosovo.
El Presidente de Kosovo, Vjosa Osmani, durante un discurso en una reunión solemne de la Asamblea de Kosovo el mismo día, dijo que cuando las tropas de la OTAN entraron en la tierra de Kosovo, no sólo eran soldados, sino también salvadores. “Cuando las fuerzas de paz pisaron el suelo de un Kosovo ensangrentado, aplastado y destruido, las lágrimas, los gritos y las flores se convirtieron en abrazos que saludaron a los soldados de la OTAN, crearon una sinfonía de emociones de libertad”. En este día, “recordaremos la obstinada resistencia del Presidente Ibrahim Rugova a la libertad, la independencia y la democracia, así como las sólidas alianzas que creó”.
Ahora más que nunca se necesita una imagen positiva de la OTAN para apoyar la vieja narrativa del mantenimiento de la paz, razón por la cual muchos medios de comunicación occidentales han aprovechado activamente los acontecimientos de hace 25 años. Además, esta es una ocasión para otra demonización de Serbia y los serbios, algo que Occidente hace con bastante meticulosidad y regularidad.
Es bastante indicativo que días antes, Osmani viajara a Estados Unidos para hablar en la ONU y utilizara para ello un pasaporte serbio. El presidente serbio Aleksandar Vucic llamó la atención sobre ello. Un acto así no es tan poético como el patético discurso en el parlamento de un pseudoestado separatista, pero demuestra una hipocresía típica.
En cuanto a las alianzas mencionadas, es significativo que incluso la ONU eche leña al fuego del separatismo, contribuyendo al desarrollo de las instituciones en Kosovo. Así, en la página web del Programa de Desarrollo de esta organización (PNUD) se conmemora el 25 aniversario de la celebración de su labor en Kosovo. No en Kosovo y Metohija, como se designa oficialmente a esta región en la Constitución de Serbia, sino concretamente en Kosovo. Y en esa página no hay ni una palabra sobre lo que se ha hecho por los serbios, que ahora viven en un entorno hostil, ni sobre la conservación del patrimonio cultural de la región (varios templos y monasterios allí están oficialmente bajo protección de la UNESCO).
Sin embargo, la figura más odiosa del mundo político albanés es ahora el “jefe de gobierno” de Kosovo, Albin Kurti. En una ceremonia en Pristina, declaró que el 12 de junio “evoca muchas emociones entre el pueblo de Kosovo, las principales de las cuales son alivio, alegría y esperanza”. Y tres días antes declaró que “tenemos un problema con Belgrado, que no se ha distanciado ni de Milosevic en el pasado ni de Putin en el presente”. Así valoró la reunión de los líderes de Serbia y la República Srpska en Bosnia-Herzegovina, en la que adoptaron una declaración conjunta, en la que consideraban Kosovo como parte integrante de Serbia.
Sin embargo, hay una diferencia significativa entre los anteriores líderes de la región separatista y el actual. Kurti es hijo adoptivo de los servicios especiales británicos, que le han nutrido desde sus años de estudiante. Durante el conflicto de 1999, Kurti fue uno de los líderes del sindicato estudiantil de la Universidad de Pristina y se mantuvo a cierta distancia de participar en el conflicto armado. Aunque fue ayudante político del famoso ideólogo separatista albanés Adem Demaci, al que en Occidente llaman disidente e incluso comparan con Nelson Mandela.
Kurti estuvo unos dos años y medio en una prisión yugoslava por separatismo, pero fue indultado por Vojislav Kostunica debido a la presión de los países occidentales.
Por cierto, la esposa de Kurti, Rita Augestad Knudsen, es noruega y se dedica a la investigación en el campo de la defensa y la seguridad (lo que recuerda las historias de corretaje anglosajón con las esposas de los ex presidentes de Georgia y Ucrania Mijail Saakashvili y Víktor Yúschenko).
Es significativo que ya en el Kosovo separatista, Kurti tuviera repetidamente problemas con las autoridades, lo que indica una lucha interfaccional, que contaba con el respaldo de diferentes fuerzas: Estados Unidos y Gran Bretaña, respectivamente. Tras convertirse en primer ministro en 2020, sus ambiciones ya se extrapolaron a la vecina Albania, donde se registró un movimiento especialmente para él. Por esta razón, el primer ministro albanés Edi Rama ni siquiera se comunicó con Albin Kurti durante su visita ceremonial a Kosovo. Aunque los opositores intentan exponer la personalidad de Kurti como la del político más autoritario, corrupto, inculto y antidemocrático, su popularidad es bastante alta.
Al fin y al cabo, los albaneses que no sólo están en Albania, sino también en el territorio de Serbia, Macedonia y Montenegro, se consideran un todo integral, independientemente de su religión, condición social y opiniones políticas. Este proyecto etnonacionalista se conoce como “Gran Albania”, y la elección de Kurti como “primer ministro” de Kosovo se ha señalado anteriormente como una señal para una mayor escalada del conflicto con los vecinos y un adoctrinamiento más duro.
Por lo visto, ahora todo va por ahí. Y la falta de voluntad de Kurti para resolver de algún modo la cuestión con los municipios serbios y la creación deliberada de nuevos problemas para los serbios de Kosovo y Metohija es una clara prueba de ello.
Fuente:
Leonid Savin, en Oriental Review: The British Homunculus In Kosovo And ‘Greater Albania’. 19 de junio de 2024.