Por José Luis Preciado
La desclasificación de documentos sobre el asesinato de John F. Kennedy ha revelado miles de archivos, pero aún quedan aproximadamente 3,500 sin liberar. En marzo de 2025, el presidente Donald Trump ordenó la publicación de más de 2,200 documentos adicionales, lo que avivó la controversia sobre los motivos detrás de la retención de ciertos archivos. Este secreto continúa debido a restricciones legales, como información protegida por sellos judiciales o asuntos fiscales, así como datos sensibles que requieren una revisión detallada antes de su liberación.
Aunque los documentos desclasificados no aportan nada nuevo sobre el crimen de Dallas, contienen detalles de las actividades de la CIA durante ese período. Un artículo del Washington Post resalta que muchos estadounidenses se sorprendieron al descubrir que varios de sus familiares habían trabajado para la CIA. Además, se revelaron nombres de personas involucradas en operaciones de inteligencia encubiertas, tanto dentro de Estados Unidos como en el extranjero.
La información desclasificada no solo involucra a la CIA, sino también a otros actores internacionales como el Mossad israelí y la KGB soviética. Kennedy se enfrentó a la CIA, al intentar limitar su autonomía, y a Israel, al negarse a permitir el desarrollo de armas nucleares, lo que generó tensiones. La CIA incluso ocultó la conexión entre el alto oficial James Jesus Angleton y la inteligencia israelí, quien subvirtió la política de JFK sobre armas nucleares, siendo considerado por el jefe del Mossad, Meir Amit, como “el mayor sionista de todos”.
La KGB alertó sobre la posible implicación de Lee Harvey Oswald en el asesinato antes de que sucediera, lo que sugiere que el magnicidio fue operado por diversas agencias de inteligencia extranjeras. Este complot se asocia con el fortalecimiento del “Estado profundo” de Estados Unidos, la consolidación de poder de la CIA y la simbiosis entre Washington e Israel, que no se basa en la sumisión de los Estados Unidos al Estado de Israel, sino en la sumisión de ambos a las políticas del Reino Unidos y de otros epicentros de poder oculto en Occidente. Como admite el politólogo Samuel P. Huntington en su teoría del “Choque de civilizaciones” (1): “Occidente sometió al mundo no por la superioridad de sus ideas, valores o religión, sino por su superioridad en aplicar la violencia organizada”.
La teoría de Huntington, aunque popularizada por él, se basa en las ideas de su mentor Zbigniew Brzezinski, quien desarrolló el concepto del “arco de crisis” para desestabilizar regiones clave y debilitar a Rusia. Este concepto, a su vez, tiene sus raíces en el trabajo de Bernard Lewis, quien diseñó el “Plan Bernard Lewis” para provocar conflictos religiosos en el Oriente Medio, particularmente entre judíos y musulmanes en el Oriente Medio, con la intención de generar divisiones y desestabilización en la región. Este tipo de caos, que se recicla en lugares como Ucrania, siempre apunta hacia Londres como su origen verdadero.
Desde una perspectiva más metapolítica que de seguridad nacional, la retención de los archivos de JFK archivos es una medida para proteger los intereses de los clanes de poder que controlan Estados Unidos, el Reino Unido e Israel. Este control perpetúa una narrativa histórica en la que Israel juega un papel contradictorio, a veces como víctima y otras como agresor, según el contexto. Sin embargo, su protagonismo sigue siendo fundamental dentro de los sistemas de creencias judeocristianos, alguno de ellos manufacturado por sociedades religiosas de Alejandría que estaban conformadas por judíos helenizados y miembros de la élite romana.
El problema relacionado con “lo judío” también puede identificarse en las Cruzadas, cuando el culmen de Occidente, a través de sociedades secretas como los Templarios, la Orden de Malta y otras, utilizaba símbolos como el Santo Sepulcro y el Templo de Jerusalén como justificación para ejercer control sobre puntos estratégicos del sudoeste de Asia. Estos lugares, desde entonces hasta la actualidad, han servido como baluartes clave para sabotear la integración euroasiática.
Notas a pie de página
1. Huntington, S. P. (1996). The Clash of Civilizations and the Remaking of World Order. Simon & Schuster.
